El 6% del peso de los granos de soja está compuesto por nitrógeno, cuarto elemento en importancia después del hidrógeno, oxígeno y carbono, sustancias que la planta toma del aire y el agua, no así el nitrógeno, que debe tomarlo del suelo, o “asociarse” con bacterias (rizobios) que se lo puedan suministrar a través de un proceso llamado fijación biológica de nitrógeno (FBN). En él la soja le provee a los rizobios carbohidratos necesarios para su desarrollo y éstos suministran nitrógeno orgánico fijado a partir de partículas elementales del aire, el cual representa el 78% del aire atmosférico, pero que se encuentra en una forma no disponible.
Estas bacterias no están presentes en los suelos, por lo que es importante para lograr buenos rendimientos de soja agregarlas a las semillas durante la siembra del cultivo en una práctica conocida como inoculación. La misma debería garantizar que un número determinado de bacterias quede en contacto con la semilla durante la germinación, lo cual asegura una buena asociación planta-bacteria para lograr fijación de N atmosférico y así nutrir adecuadamente al cultivo.
En lotes en donde se ha sembrado soja en campañas anteriores existe una población naturalizada de bacterias del género Rhyzobium, las cuales generan el mismo tipo de interacción que las que se agreguen durante la inoculación, aunque las bacterias que se introducen externamente son más eficientes por su habilidad para asociarse a las raíces de la soja y por su capacidad de tomar el nitrógeno del aire y cedérselo a la planta.
Este proceso adquiere mayor importancia en campos que aún no tienen historia de soja, por lo que en estas oportunidades la recomendación es inocular sí o sí, e inclusive hasta en dosis doble de bacterias, para asegurar una correcta FBN y, por tanto, los rendimiento esperados.
Joaquín Rabasa.
Especial para Infocampo.