Un equipo de investigadores del INTA Pergamino evaluó cómo impacta la fecha de siembra del cultivo sobre el rendimiento de los granos. Este trabajo obtuvo el premio “Innovación Juvenil” en la XXIII Reunión Latinoamericana del Maíz.
El maíz (Zea mays) es uno de los tres cereales más cultivados del mundo y, gracias a su capacidad para adaptarse, logró consolidarse en los sistemas productivos.
En la región núcleo argentina, el maíz se siembra durante la primavera (finales de septiembre), por lo que la floración y llenado de granos ocurre en enero, el momento de mayor temperatura y alta radiación solar. Además, en esta época del año el agua suele ser más escasa.
“Los maíces de siembras tempranas son los que poseen mayor productividad, pero a su vez presentan una gran variabilidad interanual de rendimientos. Mientras que los sembrados en fechas más tardías tienen un rendimiento menor, pero son más estables a lo largo de los años”, indicó Yésica Chazarreta, especialista en genética e integrante del equipo de Ecofisiología de Cultivos del INTA Pergamino.
Según el informe precampaña 2019 de la Bolsa de Cereales, para esta campaña se prevé un aumento en la proporción de planteos tempranos y una reducción de tardíos. Con esta proyección, la siembra de maíces tardíos alcanzaría cerca del 45 % de la superficie total del cereal cultivado en la Argentina.
En este sentido, Chazarreta se propuso evaluar cómo impacta el atraso en la fecha de siembra del cultivo de maíz sobre las dinámicas de llenado y secado de los granos. Para esto, realizó diversos ensayos con híbridos de maíz sembrados en dos fechas constantes: una en octubre y otra en diciembre.
“Pudimos ver que el atraso en la fecha de siembra producía reducciones en el peso final de los granos, explicadas tanto por la reducción en la tasa de llenado, como por acortamiento del período en el cual los granos se estaban llenando. Lo que más nos llamó la atención fueron los aspectos vinculados con el secado de los granos: las fechas de siembra tardías tienen un secado del grano más lento”, señaló la especialista del INTA.
En la Argentina, la humedad comercial del grano de maíz es del 14,5 %.
“Lograr esta cifra con siembras tardías es más complicado, debido a que ocurre durante el invierno, en los meses de junio y julio. Esto implica que el cultivo se encuentre en pie en el campo durante mucho tiempo, con el posible aumento de incidencia de enfermedades de la planta y la espiga, por ejemplo”, explicó Chazarreta.
El objetivo de estos experimentos es generar modelos que ayuden a predecir cómo va a evolucionar la humedad de los granos.
“Podremos diseñar herramientas de asistencia a los productores para la toma de decisiones al momento de cosecha: si esperan hasta alcanzar la humedad comercial con el cultivo en pie en el campo o cosechan antes y afrontan el costo del secado adicional”, concluyó la especialista.