Hace años distintas instituciones del Estado, movimientos sociales, ONG y otros actores analizan con gran preocupación los efectos negativos de índole ambiental, social y económico del modelo convencional de producción en el sector hortícola. Problema que entendemos no tiene una respuesta solamente técnica en cuanto a metodologías de producción, sino que, además, está fuertemente ligado al sistema de tenencia de la tierra y a la modalidad de comercialización predominantes en las principales zonas productivas del país.
Desde la Agencia La Plata del INTA AMBA, en conjunto con organizaciones hortícolas, promovemos esquemas de producción sostenidos en los principios de la agroecología, a través de propuestas integrales de formación y/o experimentación participativa en el territorio.
Vale aclarar que el arrendamiento significa para la mayoría de los horticultores familiares un costo fijo muy significativo, que condiciona el uso del espacio y los ritmos de producción. Los arrendatarios están forzados a producir lo máximo posible, con un uso muy extractivo de suelos y una alta dependencia de insumos externos, que garantice los niveles de productividad en períodos relativamente cortos de tiempo.
Por su parte, la comercialización generada a través de intermediarios que retiran la cosecha de las quintas y venden en mercados concentradores es exigente, en términos de homogeneidad de producto y cumplimiento de volúmenes, muchas veces pre-acordados. Estos requieren retirar la mayor cantidad de mercadería en el menor recorrido posible. Esta situación tracciona la producción de altos volúmenes de escasos productos, reduciendo las opciones de policultivo en los sistemas hortícolas.
De esta manera, el uso de cubiertas plásticas, insecticidas, fertilizantes y otros productos similares caracterizaron el trabajo de las familias en la mayoría de los cinturones hortícolas. Y se favorecieron proveedores de insumos y de -no siempre formales- de crédito y financiamiento temporal.
Por esto proponemos un manejo con base agroecológica a través de acciones que favorecen los procesos que naturalmente ocurren en el ambiente productivo y que indirectamente benefician el desarrollo de los cultivos. Se trata de pensar el trabajo en la quintas desde una mirada ecológica e integradora que identifique los distintos componentes y recursos presentes para su aprovechamiento.
Es clave el reconocimiento de la diversidad silvestre y su papel como albergue de insectos que se relacionan y controlan entre sí, o la ponderación de la vida presente en el suelo de microorganismos que intervienen en la degradación de materiales orgánicos, en la liberación y disponibilidad de nutrientes para las plantas o la regulación de la micro-fauna que afecta los cultivos.
La simplificación extrema de los sistemas productivos son prácticas habituales que hacen que se vuelvan poco eficientes desde el punto de vista energético, y muy dependiente de insumos externos arriesgando la sustentabilidad.
La instalación de especies acompañantes a los cultivos, a modo de corredores o islas dentro y/o fuera de las cubiertas o a través de cortinas de especies diversas, muestran efectos positivos en la disminución de la aparición de plagas.
Asimismo, el diseño de parcelas con especies hortícolas asociadas, capaces de complementarse respecto al uso de espacio y por sus distintos requerimientos nutricionales, junto con la implementación de rotaciones estratégicas también reducen la necesidad de utilizar productos químicos para resolver problemas emergentes.
Esta modalidad de producción sostenida en los principios agroecológicos obliga a los productores y técnicos a pensar las quintas de manera diferente. A contemplar variables ligadas a la productividad y/o a las exigencias del mercado y considerar, entre otras, a aquellas ligadas a la salud de los trabajadores, al cuidado de los suelos, a la autonomía de las familias que producen y a la inocuidad de los alimentos.
Sin embargo, más allá que desde nuestra experiencia técnica la agroecología pensada desde las tecnologías de producción genera cambios positivos y viables, la pregunta que resulta ineludible es: ¿Es esto posible de implementar, siendo un productor familiar arrendatario que vende a culata de camión?
Por lo general, quienes promovemos la agroecología lo hacemos de la mano del trabajo de organizaciones de productores que apuestan a la temática desde su accionar político y gremial, así como del desarrollo de propuestas comerciales que contribuyen al abastecimiento de alimentos sanos en mercados de proximidad. Se asocia aquí el enfoque de la agroecología, con el de la economía social y de la soberanía alimentaria.
En este sentido, entender la producción hortícola de otra manera pareciera ser posible en la medida que podamos repensar, además de los aspectos técnicos, las relaciones económicas y sociales que rodean a las hortalizas y que pongamos en agenda pública los problemas ligados a la propiedad de la tierra.