“Siembro girasol desde siempre”, afirma Alberto Bressan, productor de Malabrigo, Santa Fe, uno de los históricos reinados del cultivo. Y aclara que ésta es la primera campaña en la que siembra 520 hectáreas versus las 1000 que solían hacer con su hermano cuando trabajan juntos.
“Fue una campaña absolutamente atípica”, dice. “Sufrimos un agudo déficit hídrico. Por la falta de humedad no logramos tener una correcta implantación y la extrema sequía provocó un faltante de plantas. Pero el girasol es el que mejor se comporta en estas condiciones difíciles”, comenta Bressan, que acompañó la rusticidad del cultivo con un manejo eficiente y una adecuada elección de materiales.
“Mi objetivo era alcanzar entre un 70% y 75% del rendimiento normal y creo que lo logré. El promedio general estuvo casi en 18 quintales, con un buen nivel de materia grasa, del orden del 51% al 54%. Inclusive desocupé los lotes temprano y ya tengo implantado maíz que está llegando al estado de madurez vegetativa V4”, se sincera.
Las 520 hectáreas fueron sembradas en Malabrigo, localidad cercana a Reconquista. Son campos alquilados que tenían soja como cultivo antecesor, salvo un lote con algodón. El productor optó por una siembra de primera, que es la práctica más usual y segura en la zona. “Quizás se arriesga un poco con las heladas, pero el objetivo central es zafar de los picos de temperatura que tenemos en diciembre con más de 35 grados. A veces tenemos una seguidilla de cinco o seis días de altas temperaturas que nos agarra justo en la etapa reproductiva, y eso nos afecta muchísimo”, explica.
En el NEA la ventana de siembra temprana arranca en los últimos días de julio y la fecha óptima se ubica a mediados de agosto. Bressan sembró entre la primera y segunda semana de agosto. Los girasoles tardíos se implantan del 10 de septiembre hasta finales de ese mes. Y en esta campaña, irónicamente, fueron los que corrieron mejor suerte, ya que a partir de octubre la situación climática se fue normalizando con la llegada de las lluvias.
La elección de híbridos de acuerdo al ambiente fue otra de las claves para disminuir el impacto de la sequía. El productor volvió a repetir la experiencia del año anterior con Nidera Semillas. “Realmente son materiales muy competitivos y tienen una muy buena relación costo-beneficio. Sobre todo si lo comparamos con otros híbridos de la competencia que antes eran muy usados en la zona, y que poco a poco se fueron abandonando por problemas de vuelco y sanidad”, señala. Los híbridos elegidos en esta oportunidad por Bressan tuvieron tecnología Clearfield para el control de malezas y fueron NS 1109 CL, 106 CLHO Paraíso y Paraíso 1600 CLPLUS.
El que más superficie se llevó fue el NS 1109 CL, uno de los últimos lanzamientos de Nidera. Se trata de un híbrido linoleico de ciclo intermedio-largo, con elevado contenido de aceite y alto potencial de rendimiento. La preferencia del productor por este material, que ocupó casi la mitad de los lotes, se debe en gran parte a los buenos resultados que había tenido el año pasado en un ensayo comparativo. “En materia grasa superaba por unas décimas a los materiales de la competencia y el perfil sanitario era notablemente superior. Esto me llevó a sembrar muchas más hectáreas esta campaña”, confirma.
A la par le siguió el 106 CLHO Paraíso, que se sembró en un 45% del área. Se trata de otro lanzamiento con el que Bressan no había tenido experiencia previa, pero que se destaca por su estabilidad y sanidad. Además, tiene un contenido de aceite cercano al 52% y un porcentaje de oleico de 85% promedio. “Es un girasol relativamente petiso y de muy buen anclaje. Creo que tiene mucho potencial y si encima le agregamos el plus de la comercialización como alto oleico, se convierte en una opción muy interesante para seguir manejándolo a futuro”, confiesa.
Por último, el paquete de productos lo cerró el Paraíso 1600 CLPLUS, un híbrido de ciclo intermedio largo que se adapta a todas las regiones girasoleras. “Tuvo un muy buen comportamiento y se destacó por su perfil sanitario”, revela. Este material se plantea también como una muy buena opción para el doble cultivo. Esto se debe a la incorporación de tecnología CL Plus, que permite una mejor tolerancia a las imidazolinonas y otras formulaciones. Con un mejor control de malezas posemergentes y una baja residualidad, facilita las rotaciones posteriores.
La selección de híbridos con tecnología CL le permitió un manejo de malezas con labranza superficial y aplicación de Clearsol. “En algunos casos, por esta situación climática atípica, se hicieron complementos con un graminicida”, agrega. Por otro lado, para un abastecimiento apropiado de nutrientes al cultivo, Bressan realizó una fertilización de base que repite siempre: “Normalmente aplico entre 80 a 100 kilos de monoamónico boleado y después agrego microgranulado a la siembra”, comenta el productor, quien añade que en situaciones puntuales también suma una refertilización nitrogenada.
Bressan considera que en zonas climáticas tan inestables, tener un amplio esquema de rotaciones otorga cierta estabilidad. Por eso, además de los cultivos principales (trigo, soja y maíz), también ha experimentado con garbanzos y carinata, entre otros. Sin embargo, su estrecha relación de décadas con el girasol, lo lleva a ser auspicioso con el cultivo de cara al futuro.
“Pese a todo, el girasol se sigue manteniendo en la región. Este año muchos lotes que no se iban a destinar a girasol, terminaron sembrándose a la par de su revalorización. Arrancamos con un precio de 240 dólares la tonelada y se terminó comercializando a alrededor de los 400. A todo el mundo se le despertó el interés, se cambió el programa de siembra y hubo mucho girasol tardío. Si estos valores de mercado se mantienen sostenidos y firmes, creo que para la próxima campaña inclusive se va incrementar el área girasolera”, reflexiona.