Al conmemorarse hoy el Día Mundial de la Leche, declarado por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), referentes del sector lácteo argentino, analizaaron la situación de la lechería en nuestro país. La coincidencia es clara: los productores fueron los menos beneficiados en la última década producto del estancamiento de precios y el sustancial aumento de costos de la mano de la inflación.
Sin embargo los tambos, especialmente los más grandes, atravesaron desde fines de 2003 hasta 2009, un proceso de fuertes inversiones y tecnología que reacondicionaron no sólo los mecanismos propios de producción, sino que aumento considerablemente su efectividad en cuanto a rindes.
Para el analista lácteo Marcos Snyder, esta situación tuvo un parate importante hacia principios de 2010. “El negocio ya dejó de ser atractivo, las industrias, especialmente las más grandes que pudieron invertir lo hicieron de manera fluída hasta 2010. Un dato clave en esto, es que no se abrieron nuevos tambos, sino que se han ampliado los existentes, se extendieron muchísimo las capacidades productivas”. “Se podría decir que las unidades productivas aumentaron en un promedio un 40%”, sostiene Snyder.
“Hasta antes de esa fecha, y mas que nada desde la crisis fenomenal de 2001, los precios estaban muy por debajo de lo que el tambero necesitaba. La situación empezó a mejorar recién en 2003. Los tambos crecieron hasta 2010 y desde ahí estamos en un estancamiento. Ya casi no se dan inversiones, porque por un lado la mayoría ya se hicieron y por otro el negocio dejó de ser decente”, sostiene.
Los precios que paga la industria, son otro factor casi excluyente a la hora de programar inversiones. “Hoy teniendo en cuenta la inflación los precios siguen como 2010, no hay movilidad y la que hubo fue ampliamente absorbida por las subas constantes de costos”, aclara.
El cierre de tambos
La situación de los pequeños tambos en la Argentina es compleja. Hace tiempo, la producción se concentra en grandes establecimientos lecheros que proveen a La Serenísima o Sancor. Mientras, los pequeños dejaron de producir y se dedican a la soja. Un problema de rentabilidad y carencia de políticas.
“Nosotros tenemos datos a groso modo que en estos diez años se han cerrado cerca de 6 mil tambos. Partimos de una base de 18 mil unidades productivas en 2002 hasta poco menos de 10 mil hasta principios de este año, dice Snyder, aunque aclara que muchos de los planteles de hacienda no fueron directamente a remates, sino que fueron comprados por tambos grandes.
En este contexto, y compartiendo la visión, Guillermo Draletti de la Unión General de Tamberos (UGT) dice “del crecimiento de la producción per-capita nos quedamos en 1999, es decir hay más leche, pero menos por cabeza.
“Si lo tomamos desde el punto de vista de las exportaciones, estas han mejorado en el término de diez años, pero siempre con fluctuaciones que hacen irregular el negocio por falta de políticas, o políticas contrarias a exportar o también por un tema de competitividad cambiaria”, dice aunque se queja: “todos estos factores hacen que el negocio de exportación no sea una ventaja”.
En la misma línea, Guillermo Gianassi de la Federación Agraria Argentina (FAA),agrega que por sobre todo en los últimos años, el negocio no es posible de continuar con los márgenes de pago de la industria. “Sólo pueden subsistir los más grandes. Ya casi no quedan tambos chicos. Las políticas de este gobierno han perjudicado ampliamente el sector productivo en favor de otros eslabones de la cadena que se quedan con la diferencia que resulta entre lo que recibe el productor y lo que paga el consumidor por el producto”.
“El productor siempre fue el gran perjudicado de esta década. Desde hace mucho tiempo no hay una medida que incentive la producción y apoye, específicamente a los productores más chicos”, aclara.
A excepción de las grandes industrias, que logran acuerdos estratégicos con supermercados para la colocación de sus productos y obtienen mayores condiciones para poder exportar, las pequeñas industrias también atraviesan un proceso de estancamiento.
“A nosotros nos cuesta muchísimo todos los días afrontar el negocio. Los precios que pagamos a los productores tienen si o si que asemejarse a los que pagan las grandes industrias y a veces se complica porque la colocación de productos en góndolas cuesta y la presión supermercadista es fuerte”, sostiene Omar Fontana propietario de Lácteos LW de la Ciudad de Paraná Entre Ríos y miembro de la Asociación de Pequeñas y Medianas Industrias Lácteas (Apymel).
Las inversiones en esta rama de la industria fueron menores y el recambio tecnológico que atravesaron las grandes usinas,no tuvieron su correlatividad en estas.
“A nosotros arreglar una máquina nos cuesta muchísimos. Es cierto que hay créditos pero a veces estos no alcanzan para cubrir el monto total del arreglo. Imaginate si vamos a hablar de una compra. Algunas plantas lo han hecho y es cierto que hubo algunas inversiones pero no las que tuvieron las grandes empresas o en el mismo nivel”.
Mientras el sector productivo se encuentra en plena deliberaciones por el reclamo de mayores precios para el tambero, para Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), la lechería argentina atraviesa un proceso de estancamiento debido a “la falta de políticas públicas para el sector, encerradas dentro una macroeconomía inestable que genera un proceso inflacionario persistente que dispara los costos y erosiona la competitividad”.
La entidad apunto que la paralización en la producción es fácil de comprobar al ver que la producción de 2012, en 10.900 millones de litros, es similar a la de 1999, que alcanzó los 10.329 millones de litros, según las propias estadísticas oficiales. “Mientras tanto nuestros países competidores han crecido más del 50% en el mismo período”, advirtieron.
Gustavo Malem