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El país de “Nomeacuerdo”

Los ciudadanos especulan con modificaciones que sólo el contexto internacional, los excesos de gasto previos y el clima pueden llegar a forzar.

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En lo que sería casi una ostentación de desmemoria, mucha gente pregunta ahora por lo que puede venir después del 23 de octubre, como si fuera factible que, tras 8 años y medio de Administración K, hubiera alguna posibilidad de cambios estructurales o de alguna forma de corrección de las muchas reclamadas.

Casi como rezo pagano, los ciudadanos especulan con modificaciones que no se van a dar por decisión oficial, y que sólo el contexto internacional, los excesos de gasto previos y el clima pueden llegar a forzar.

El “campo” no es la excepción. Después de mucho alertar, demandar, protestar y, finalmente, sólo contentarse con que las autoridades vean los “resultados” (malos) de las políticas aplicadas, como si eso fuera suficiente para que encaren las modificaciones que urgen para que la producción pueda manifestar su verdadero potencial, ahora la producción agroindustrial, casi infantilmente, espera que una fecha, el 23 de octubre, obre el milagro que los pedidos, o las protestas, no lograron en casi una década. 

Pero, ¿cómo se borra, por ejemplo, el daño que el cierre de las exportaciones de carne de 2006 causó en la ganadería?

¿Qué se le dice a los agricultores que realmente creyeron que alguna vez se aplicarían los varias veces anunciados programas Maíz y Trigo Plus por los que se debía bajar un punto de las retenciones por cada millón de toneladas extra de producción que hubiera?

¿Qué decirle a los inversores que se les cambiaron los índices o les aplicaron precios controlados, que nada tenían que ver con la realidad del mercado?Y qué decir de la falta de ajuste por inflación (aunque sea el del INDEC) del impuesto a las Ganancias que viene minando el capital de muchos productores…¿Puede sorprender que el área triguera no crezca cuando cada 5 campañas los productores pierden una cosecha completa por los recortes de precios adicionales (además de las retenciones) que les aplica el resto de la cadena presionado, a su vez, por las intervenciones oficiales?

En maíz ocurre lo mismo.

¿Qué decirles a los que les cambiaron las reglas de juego sobre la marcha, caso de muchos de los que recibían subsidios que se cortaron abruptamente? ¡Peor todavía los que nunca los recibieron…!

¿Se puede creer, seriamente, que se va a desmantelar la intrincada red de controles, registros, permisos y otras formas de intervención que alteraron los mercados al punto que algunos de ellos ya desaparecieron, y que permitieron, además, algunas de las acciones más arbitrarias que se recuerdan de los últimos años?

La forestación no sólo no crece sino que retrocede, a pesar de los incomparables índices de producción que alcanza la Argentina.

La ganadería perdió 10 millones de cabezas en 5 años y ahora, a pesar de los extraordinarios precios internos, apenas esboza algún crecimiento que no alcanza siquiera la categoría de “recuperación”.

La producción de cerdos no crece a pesar de los subsidios directos e indirectos (retenciones al maíz) que tiene, y los ovinos ya prácticamente se recluyen sólo en los zoológicos y reservas.

La desaparición de productores es una constante y, en algunos casos como en la lechería, no permite aún alcanzar siquiera las producciones de la década pasada.Las carencias de infraestructura en función de la producción, junto a los déficits de energía (combustible, gas y electricidad) en las zonas rurales del interior, prácticamente condenan a la Argentina agroindustrial al achicamiento, salvo alguna excepción.

Pero lo más sorprendente de todo es que después de esta enumeración, necesariamente parcial, alguien todavía tenga alguna expectativa de cambios favorables desde el sector oficial…

¿Será “El país de Nomeacuerdo” del que hablaba María Elena Walsh, o sólo un exceso de optimismo del que habitualmente caracteriza a los productores agropecuarios?

* Periodista y Consultora Agropecuaria

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