En bajas cantidades, el gusano blanco es un insecto benéfico por su capacidad para mejorar la calidad del suelo; pero cuando su densidad poblacional es alta, ponen en riesgo los cultivos invernales.
En tanto, hay un aspecto clave adicional: no todas las especies son perjudiciales para los cultivos, entendiendo que existen una amplia variedad de “razas”.
Por ese motivo, especialistas del INTA, subrayan la importancia de realizar un monitoreo previo a la siembra para confirmar la presencia y poder identificarlos. Según la especie que se detecte y su cantidad poblacional, se podrá diseñar una estrategia de control eficaz y necesaria.
“El complejo de gusanos blancos incluye a seis especies: D. abderus, C. signaticollis y A. testaceipennis son las de mayor abundancia, mientras que Diloboderus abderus es la que mayor daño produce en los cereales de invierno”, explica la especialista Emilia Balbi, entomóloga del INTA Marcos Juárez en Córdoba.
Según especifica, es importante “monitorear el complejo de gusanos blancos e identificar las especies, en especial, la Diloboderus abderus”.
Puntualmente, se distingue por presentar una cabeza ancha y de coloración rojiza, mientras que la de las otras especies es más clara y angosta respecto al cuerpo.
Otro aspecto distintivo, según Balbi, son las setas del raster que pueden observarse con ayuda de una lupa o, a veces, a simple vista.
“Es importante confirmar la presencia de esta plaga mediante excavación antes de tomar una medida de control”, insiste la investigadora cordobesa.
GUSANO BLANCO: LA DENSIDAD ES CLAVE
En lotes o áreas con poblaciones mayores a cinco gusanos de bicho torito por metro cuadrado, las posibilidades de daños en el cultivo que se implantará en el invierno serán altas, con lo cual las estrategias de control resultan importantes.
“En lotes en los cuales se ha detectado una población inicial en campañas anteriores, la predisposición al ataque es mayor”, reconoce la entrevistada.
Durante el otoño, los gusanos se encuentran próximos a la superficie, por lo que el esfuerzo de muestreo puede verse reducido. Además Balbi explicó que, cuando el suelo se enfría y se seca, “los gusanos se ubican a profundidades mayores”.
Para esto, la especialista aconsejó realizar excavaciones: “Se deben cavar pozos de 50 centímetros cuadrados, o de una superficie conocida, por 30 centímetros de profundidad y, en la tierra removida, se contabilizará la cantidad de gusanos encontrados y se calculará en referencia a un m2 de superficie”.
Asimismo, reconoció que un indicio de la presencia de la plaga es cuando se observan en la superficie del terreno cúmulos de tierra. “Estos montículos se forman producto del tránsito de los gusanos a través del perfil del suelo, movimiento que realizan buscando alimento en la superficie”, argumenta.
“BARRER EL RASTROJO PARA VERLOS”
Por otro lado, “si el lote presenta abundante rastrojo la visualización se torna más dificultosa y, en ese caso, pueden observarse las galerías luego de retirar el primer centímetro de suelo con una pala”, describe la investigadora del INTA.
Montículos similares pueden ser realizados por el grillo subterráneo Anurogryllus muticus, aunque al remover los montículos realizados por este último, se observan dos orificios en lugar de uno.
A su vez, la ingeniera agrónoma detalló que la presencia de gusanos suele incrementarse en las áreas de los lotes en las cuáles la humedad no queda retenida por mucho tiempo, debido a que la humedad edáfica los vuelve susceptibles al ataque de patógenos que disminuyen sus poblaciones.
Una vez identificados, y siempre y cuando se encuentren en una densidad poblacional que supere el umbral de acción, se puede avanzar con una estrategia de control que puede variar entre control químico en base a terápicos de semilla.