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“El ganadero no es enemigo del monte”

En plena campaña antiaftosa, la Sociedad Rural de Jesús María hizo un recorrido por el norte cordobés. Los entretelones de un viaje, en donde el desarraigo rural es evidente.

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Llegamos a San José de La Dormida a eso de las nueve de la mañana. En la entrada al pueblo, nos esperaba Walter Ducló, vacunador de la Sociedad Rural de Jesús María hace más de 17 años. Saludos de por medio, subimos a su F100, un tanto destartalada por su trayectoria a campo abierto. “Lo mejor de ser vacunador, es la variedad de paisajes que podés descubrir”, dijo Walter a modo de bienvenida, mientras conducía por un camino de tierra. En pleno valle de Tulumba, nuestro destino era el paraje “Las Viznagas”, en donde había que vacunar a un rodeo de 80 vaquillonas perteneciente a tres minifundios cercanos entre sí.

“El Plan Sanitario de la Sociedad Rural de Jesús María es un plan solidario, que abarca a pequeños, medianos y grandes productores. En mi caso en particular, me ocupo de coordinar la mitad del departamento de Tulumba, desde el pie de sierra hasta los bañados de la Mar Chiquita. Más allá de la vacunación, como equipo de trabajo también tratamos de hacer extensión rural. Asesorando a los viejos productores e incentivando a los más jóvenes a quedarse. Creemos que la producción primaria debe recuperar el valor que le corresponde”, expresó el vacunador generando un clima de confianza.

La mañana estaba despejada y el camino se tornaba sinuoso por momentos. Pese a algunos brincos al interior del vehículo, la flora autóctona podía contemplarse en su plenitud. Árboles nativos como algarrobos, quebrachos y mistoles formaban parte del paisaje. Al notar nuestra mirada en la vegetación, Walter trajo a colación una discusión muy en boga en estos momentos. “Los del campo no vamos por el desmonte. Sabemos que todo árbol es útil y su sombra nos hace falta. Nuestras vacas no pueden pastorear con una capelina puesta”, bromeó mientras atravesábamos el paraje “Río Grande”.

Al llegar a destino, puntualizó que los matorrales son la verdadera problemática ambiental. “Las toscas y garabatos te quitan receptividad en el suelo e impiden el crecimiento del pasto natural. Frente a este escenario, necesitás ocho hectáreas para mantener a una sola vaca, que tiene cría cada año y medio”, se sinceró Walter en relación a la baja eficiencia que está teniendo la ganadería en el norte de Córdoba.

Según expresó Walter Ducló, una de las dificultades de ser vacunador es el mal estado de los caminos rurales o la inexistencia de aquéllos. “En los bajos de la Mar Chiquita, perdemos ligereza porque hace falta más arena en los caminos. En el caso de “La Rinconada” e “Isla Larga”, la vacunación es muy lenta porque directamente no hay caminos. Para llegar a un campo, tenemos que hacer cuatro horas a caballo exponiéndonos a tormentas y al viento sur”. Un día tuvimos que pasar nadando con la conservadora a cuestas, en medio de un tormentón. Tuvimos tres días hasta poder volver (…) Hay lugares en donde no tenés caminos ni para entrar ni para salir. A mí, la camioneta se me pudrió tres veces por ese barro blanco y salado que se hace cuando llueve”, exclamó Walter, que llegó a conducir hasta 270 kilómetros en medio de parajes inhóspitos.

“La Ley de Bosques, así como está, va a traer mayor pobreza en el norte de Córdoba. Los pequeños productores están emigrando, porque lo que producen no les alcanza. Los jóvenes se van porque no encuentran oportunidades. Tenemos que dejarlos producir. No podemos seguir conviviendo con los matorrales, que le sacan lugar al pasto natural. Y si querés dejar esto así, entonces no les cobrés impuestos; no tienen seguridad jurídica sus minifundios”.

Por otro lado, planteó que durante la última década “la gente se acostumbró a reclamar derechos, pero no a cumplir obligaciones”. En relación a esto, denunció que existe un escaso seguimiento en lo que se refiere a gestión de créditos. “En la zona, muchos piden un préstamo para aumentar su rodeo, pero terminan comprándose una moto (…) La falta de educación es un problema cultural”, alegó.

De acuerdo a sus estimaciones, de vacunarse 105.000 cabezas en el año 2001, se pasó a vacunar 44.000 en el 2016 (solo en el departamento de Tulumba). Para Ducló, este fuerte atraso en el stock ganadero se debe al avance desmedido del arbustal y a la liberación de campos para producción agrícola (especialmente sobre la costa de la Mar Chiquita). “Evidentemente hay sobrepastoreo en el pie de sierra; tenemos que lograr una simbiosis para seguir produciendo”, concluyó.

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