El FMI acaba de publicar una nueva estimación de la evolución de la economía mundial en el corto plazo. Esto ocurrió el 23 de julio pasado. El organismo sigue, en líneas generales, siendo bastante optimista, pero algo menos que a comienzos de este mismo año.
En efecto, ahora estima que el PBI mundial crecerá este año un 3,2%, en promedio. Y que también lo hará, en un saludable 3,5%, el año que viene.
El ajuste hacia la baja, de apenas un 0,2%, tiene que ver con una caída general proyectada del nivel de actividad económica mundial antes anticipado, que el FMI ahora espera que suceda como resultado de una desaceleración de la actividad tanto en Rusia, como en Brasil y México, países que son ciertamente tres de las más grandes economías llamadas, bien o mal, “emergentes”.
El caso de Brasil es decisivo, particularmente para su región inmediata de influencia, y depende fundamentalmente de que la nueva administración federal de ese país pueda resolver felizmente la crisis previsional que ha mantenido paralizada a su economía, lo que hoy parece tener relativamente buenas perspectivas.
El 70% de la actual desaceleración económica del mundo que el FMI tiene en cuenta en sus pronósticos parecería tener que ver con los mencionados países “emergentes”, sobre los que los ojos de los observadores hoy se concentran esencialmente.
Las razones del menor nivel de actividad económica del mundo tienen, a su vez, que ver no solo con una caída general de la actividad, sino también con las consecuencias de la “guerra comercial” aún no resuelta desatada entre los EEU y China mientras procuran superar los problemas y tensiones que se relacionan con la actividad, en los EEUU, del formidable gigante tecnológico chino, Hawei y con la inmediata respuesta china a las trabas norteamericanas a esa empresa, manifestada en forma de fuertes aumentos en los derechos aduaneros impuestos a algunas de las exportaciones a China provenientes de los EEUU, incluyendo los cereales.
En función de lo antedicho, la tasa de crecimiento de la India debiera estar entre las más elevadas del mundo, al menos en los próximos dos años.
La “guerra comercial” aludida parecería estar teniendo también algún impacto en los niveles de los precios internacionales de los hidrocarburos, particularmente cuando las economías europeas hoy se concentran en las posibilidades emanadas de sus propios mercados domésticos ante el debilitamiento de la demanda agregada proveniente del mercado internacional. Optimismo entonces, con algunos nubarrones que, sin embargo, asoman en el horizonte.