Producto de las erráticas políticas oficiales de los últimos 50 años, la ganadería argentina perdió protagonismo dado los magros resultados y la falta de horizonte. La realidad nos muestra una menor oferta pese a existir mayor demanda y mejora de precios, pero además está el atractivo que produce la apertura de mercados y la demanda de calidad para nichos de alto valor. Esto hace que potencialmente hoy existan grupos inversores interesados en producir carne y además, productores con intenciones de volver a la actividad.
En consecuencia, el desafío público y privado es como revertir esta situación en medio de un contexto social complicado, y como lograr que la agro-pyme, poco idónea y ahogada financieramente, pueda capacitarse e invertir en hacienda, tecnología, pasturas y sanidad.
Entonces, en este paradigma toma gran dimensión la figura del fideicomiso ganadero, instrumento ya utilizado por algunos segmentos privados del sector pero poco difundido por la falta de su conocimiento, el cual sabemos es la mejor alternativa para atraer inversiones locales e internacionales. Pero sólo no alcanza, es clave eliminar los impuestos distorsivos y rediseñar procesos para lograr alto impacto sobre la rentabilidad y adecuarnos a la lógica del comercio mundial. Se trata de aportar políticas activas desde el Estado para recuperar la estructura productiva argentina.
Mientras tanto, en este contexto de mayores costos e incertidumbre política, el fideicomiso sigue avanzando como aliado estratégico de los negocios productivos convirtiéndose en el instrumento líder por su versatilidad. La relación entre la ganadería y el fideicomiso se basa en la necesidad de generar reglas claras especialmente en la propiedad, la producción, la comercialización y lo financiero, con una estructura más flexible y segura que estimula el desarrollo de proyectos. Así alentamos la inversión y la mayor flexibilidad para ingresar y permanecer en el negocio ganadero con mejores herramientas de gestión basadas en ventajas decisivas de constitución, disolución, separación patrimonial y administración profesional.
Dado esto, debemos apurarnos y superar la etapa de parálisis y los desequilibrios del sector para invertir en proyectos estructurados como fideicomisos agropecuarios, ya que el proceso de diseño y puesta en marcha requiere de tiempos prudenciales para poder concretar exitosamente la explotación diferencial de la oportunidad. Pero si bien el fideicomiso aporta transparencia y seguridad al negocio, lo que necesitamos también es capacitar profesionales que entiendan de aplicar en la práctica el fideicomiso y contar con fiduciarios profesionales que tengan experiencia de campo real. Por eso, si hablamos de inversiones estratégicas además del fideicomiso necesitamos recursos humanos para armar equipos interdisciplinarios clase AAA, tema en el que estamos en pañales.
Desde lo público, el nuevo/viejo Gobierno parece haber entendido la importancia de utilizar el fideicomiso y concentró en el BICE la iniciativa, pero vemos que en la dirección y gestión con equipos profesionales experimentados y de trayectoria práctica, poco y nada realizó. Obviamente si a nivel nacional estamos inmaduros, se descuenta la precariedad vigente sobre fideicomisos y fondos de inversión productivos en las estructuras provinciales. En consecuencia, promover el uso de fideicomisos para lo Público pero ignorando como diseñarlos, gestionarlos y controlarlos es más de lo mismo.
Argentina por su potencial volverá a ser un jugador clave en el mercado internacional pero debemos remover las trabas culturales y regulatorias para obtener un rol preponderante, combinando volumen y valor agregado. Para concretarlo es indispensable un plan nacional estratégico integral y de faros largos que aproveche las asimetrías y el crecimiento de la demanda, promoviendo el aumento de la producción sustentable en cantidad y calidad, recuperando superficies sobre o sub explotadas e incorporando nuevas áreas a la producción.
No cabe otra alternativa más que poner énfasis en las cadenas productivas, pero se necesita del apoyo del Estado a través de reformas contundentes en materia impositiva, de mercados y con obras de infraestructura y transporte, donde la figura del fideicomiso es el socio ideal para combinar la iniciativa privada, el mercado de capitales, el avance tecnológico, el conocimiento de los idóneos y la planificación gubernamental.