El caso del productor lechero de Colonia Raquel no es único, pero él sí es uno de los pocos que se animó a hablar de la problemática que atraviesa y que, asegura, se da en gran parte de la cuenca lechera de Santa Fe y del país.
“Soy un productor chico. Compré un tambo el año pasado. Pero el tambero que contraté destruyó todo y perdí $1,5 millones. Tenía 40 vacas“, le explicó el ruralista a Infocampo, en un diálogo en el que retrató las dificultades que le representa el Estatuto Tambero a la hora de elegir un encargado.
Sin querer dar su nombre, el productor afirma que el conflicto que se repite tiene que ver con la obligación de dar un aviso de 30 días para despedir a alguien que no trabajó bien o que no se puede mantener en el puesto porque los números no cierran. “Cuando les pedís el tambo, tenés que pagarles una casa, es decir, dejarlos un mes en el campo. Lo que suele ocurrir es que destruyen todo, desde la parte estructural del establecimiento hasta con los animales: dejan vacas con mastitis, las ordeñan de vez en cuando, dejan el tambo casi seco y después es imposible levantar una vaca que estuvo mal ordeñada“, describe.
Entre otros puntos, el Estatuto Tambero dice que si se contrata a un nuevo tambero, éste tiene que compartir la casa con el anterior. “Eso es imposible”, dice el productor de Colonia Raquel. “Ninguna casa en los campos que conozco tiene tantos dormitorios como para que puedan vivir dos familias. Además, no se debe poner una manzana podrida en un cajón sano porque se pudre todo”, explica.
“Lo importante es que se reduzca ese plazo de 30 días. A más tardar, en cinco días el tambero se tiene que ir. A esto, ahora, se sumó el tema de los menores. Vienen autoridades y no dejan que esa persona salga hasta que consiga otro trabajo o hasta que los menores sean mayores. Es una locura”, expresa.
Una inversión que sigue
El productor contó que tuvo que empezar de cero luego de que se fuera el tambero que trabajó en su establecimiento y le dejó animales muertos y las estructuras rotas.
“Yo sigo por tradición familiar, por mi familia y mis hijas. Es nuestro único ingreso. Solo me falta ordeñar, porque hago todo tipo de trabajos en el tambo”, contó.
Al último empleado que se fue, el productor le alquiló una casa y, según cuenta, no pudo actuar en relación a la mortandad de terneros que le dejó. “Si decís algo te quieren trompear, te amenazan, tengo todo grabado. Estamos totalmente desprotegidos. No somos dueños”, denunció.
Y agregó que descarta la posibilidad de contratar un peón. “Los aportes son muy altos. Si se rompen un dedo, viene una demanda con un abogado y hay que pagar una fortuna. Queda muy poca gente buena y seria para trabajar en los tambos. Van todos por el cheque y nada más. Lo demás no les importa”, se queja.
“El mínimo que gana hoy un tambero ronda los $90 mil. Si consiguen un tambo mejor, te dejan plantado. Pero si vos si los echás, tenés que avisarles con 30 días y les dejás todo el capital en sus manos para que hagan lo que quieran. No se puede decir nada”, cerró.