Desde hace más de dos semanas, Chile vive un inesperado conflicto social interno. De gran magnitud y aún no resuelto. Por esto su economía está, en algunos sectores, lastimada, sino semi-paralizada y sus flujos de exportaciones, de una manera u otra, han sufrido.
La crisis aparentemente es consecuencia de haber ignorado el impacto de mantener desigualdades importantes entre distintos sectores de su población y de una clase política que lamentablemente no advirtió a tiempo la necesidad de ajustar un modelo que económicamente parece haber sido exitoso, de modo de hacerlo mucho más inclusivo. Circunstancia, ésta última, que lentamente fue deslegitimando socialmente y transmitiendo fragilidad a toda su clase política.
¿Cómo puede ello impactar adversamente en el flujo de exportaciones agroindustriales argentinas a Chile?
Chile, recordemos, tiene nada menos que 28 Tratados de Libre Comercio en actividad. Esto es, funcionando. En marcha cierta.
Esos acuerdos comerciales aseguran, fundamentalmente, que los productos chilenos ingresen en el territorio de sus respectivos socios comerciales libres de derechos de importación o con tarifas sustancialmente más bajas que las que se aplican a los demás países, en general.
Por ello, “encadenarse” con las exportaciones chilenas permite a algunos exportadores argentinos beneficiarse, ellos también, de esas ventajas arancelarias y salir al Pacífico recibiendo, en ese activo ámbito comercial, una suerte de ventajoso “trato nacional” chileno.
La quinta parte de las exportaciones chilenas actuales pertenece al sector de la industria alimentaria. Y allí hay ya “encadenamientos” concretos, especialmente en materia de exportaciones frutícolas. Y Chile es, recordemos, el segundo mercado argentino de exportación en la región, después de Brasil.
Por esto último, la marcha del sector exportador chileno no nos es para nada indiferente. Lo acompañamos en los éxitos, en tiempos de prosperidad. Y sufrimos cuando ese sector tiene problemas.
Las repercusiones, grandes o chicas, son relativamente inevitables como consecuencia de una integración creciente entre los productores agropecuarios de ambos países.
Por esta razón, las perturbaciones a las exportaciones chilenas no nos son indiferentes y debemos seguir de cerca lo que sucede del otro lado de los Andes, en el país más moderno de la región, hoy convulsionado, pero que tiene los lazos exportadores más intensos y activos con el resto del mundo.