Para una lagartija típica de los bosques andino-patagónicos, el aumento pronosticado de la temperatura de uno a tres grados podría significar un riesgo para su supervivencia. Así lo advirtieron científicos de Bariloche, quienes comprobaron en experimentos que un calentamiento de esa magnitud podría interferir de manera dramática con la capacidad de movimiento del reptil y, entre otros efectos, lo dejaría más expuesto a predadores o dificultaría su captura de presas, informó la Agencia CyTA del Instituto Leoir.
La vulnerabilidad de la lagartija de vientre anaranjado o Liolaemus pictus se debe a que vive en un ambiente con registros térmicos cercanos al umbral de temperatura óptima para su rendimiento locomotor (26°C). “Cualquier cambio determinaría una disminución en sus capacidades de desplazamiento”, sostuvo a la Agencia CyTA-Leloir la doctora Erika Kubisch, del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (INIBIOMA), que depende del CONICET y de la Universidad Nacional del Comahue.
Asimismo, agregó Kubish, la lagartija muestra una capacidad limitada de aclimatación para ajustarse a las nuevas condiciones térmicas. “La vida de este reptil estaría en peligro, con el impacto que eso puede tener en el equilibrio del ecosistema”, alertó.
Para llegar a esa conclusión, Kubisch y sus colegas capturaron 35 lagartijas en las cercanías del lago Nahuel Huapi. Posteriormente, las separaron en dos grupos y las expusieron durante un mes a temperaturas bajas (21°C) y altas (31°C) en ambientes que simulaban su hábitat natural. “Colocamos equipos de video para calcular la velocidad de carrera a diferentes temperaturas corporales”, explicó Kubisch, quien integra el Laboratorio de Ecofisiología e Historia de Vida de Reptiles del INIBIOMA, liderado por la doctora Nora Ibargüengoytía.
De acuerdo al trabajo, el lagarto logra mantener su locomoción apropiada cuando la temperatura corporal fluctúa entre 17,5 y 35,6 °C. Pero de acuerdo a Kubish, su rendimiento locomotor se vería afectado ante un cambio ambiental de apenas uno a tres grados, estimado para el final del siglo XXI.
El trabajo fue publicado en la revista “Journal of Comparative Physiology – B” y también lo firma la doctora Jimena Fernández, del mismo laboratorio.