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Discutir las retenciones

Las retenciones a las exportaciones será, con certeza, uno de los temas que deberá abordar el próximo gobierno, entre otros tantos. Desde el sector agropecuario se promueve el debate y ya hay voces que se levantan prometiendo medidas concretas. Pero no todo es lo que parece.

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Algunos sectores políticos comenzaron a tomar posiciones respecto a este tema sabiendo que, de este modo, y con un discurso deliberado, pueden concentrar interés político fundamentalmente por parte de los más perjudicados en la actualidad: los productores rurales pequeños y medianos. Las promesas no se hicieron esperar y algunos candidatos para 2015 ya pusieron sobre la mesa una decisión concreta: la quita total de las retenciones.-

El esquema de retenciones, es necesario aclarar, no es nocivo per se, sino, sobre todo, por las distorsiones en el sistema de estímulos que genera y por la redistribución de ingresos que promueve. En economía algunas medidas pueden resultar efectivas cuando se llevan a cabo de manera sorpresiva. En estos casos la idea es evitar especulaciones previas por parte de los agentes económicos a  través de políticas “de shock” tendientes a que no se puedan tomar posiciones de cobertura que reduzcan el impacto de las medidas. Sobre todo se utilizan en cuestiones de índole monetario, donde una medida, si es anticipada por el público, puede desembocar en un problema mayor. Recordemos como se llevó acabo el “corralito”. Pero estamos hablando de medidas que se toman en un sentido positivo; o sea, la puesta en marcha de un esquema diferente de funcionamiento. Distinto es cuando lo que se pretende hacer es desmantelar un mecanismo que ya está funcionando con un inercia propia. Hoy, el control cambiario y las retenciones, son dos asuntos urticantes sobre los cuales ya debería promoverse una discusión, por lo menos técnica, para tratar de ensayar un cambio. Respecto a las retenciones, sus niveles son sustancialmente altos por lo que su retiro debería ser gradual. En lo comercial, generaría un salto de competitividad muy grande, promoviendo un vuelco masivo a la exportación de los bienes desgravados (cereales, leche, carne, etc.) generando, seguramente ingresos muy altos de divisas por la Balanza de Pagos. El BCRA recibiría fuertes ingresos de divisas y esto serviría en principio para aumentar las reservas y promover una mayor solidez cambiaria y una postura más solvente para llevar acabo política monetaria un tanto más restrictiva e intentar “domar” un poco la inflación.

Si el esquema de retenciones se quita de un día para el otro esto puede generar, no solo una sensible apreciación cambiaria que impactaría sobre el resto de los sector exportadores- deprimiendo sus posibilidades- pudiendo devenir, a la postre, en síntomas de la “enfermedad holandesa”, sino que además obligaría al BCRA a tomar medidas para reducir un fuerte impacto en el mercado monetario de un alto ingreso de divisas. Además, son necesarias soluciones para los desequilibrios macroeconómicos anteriores a esta política, como es resolver el funcionamiento eficiente de un mercado de cambios –desdoblado o no- por lo que, pensar en una quita abrupta y total de las retenciones es una idea un tanto forzada. Además, hay que considerar el impacto en la competitividad de los sectores exportadores que generaría una quita de retenciones solo a los productos agropecuarios. ¿y el resto de la economía doméstica? ¿Qué pasa si se promueve un aumento en la competitividad de la producción agropecuaria solamente? Queda descompensada la economía con una redistribución de ingresos muy grande. Además, el resto de los sectores que, hoy, productivamente, no son tan competitivos como el sector agropecuario, se quedan fuera del mercado porque en la última década no se ha promovido una industrialización suficiente para que las empresas nacionales compitan directamente en los mercados internaciones  en condiciones competitivas. La otra pregunta que el próximo gobierno deberá hacerse antes de tomar una medida es si todos los ingresos provenientes de una quita total de retenciones- y anulación de ROE’s, por supuesto- irán directamente al sector agropecuario. La respuesta, a priori, es negativa, ya que intervienen en la comercialización otros eslabones de la cadena, con más poder de negociación, que intentarán apropiarse de un margen mayor, a partir del aumento de competitividad económica. Por lo que, antes de dejarse convencer por promesas tan prometedoras, valga la redundancia, es necesario promover un debate considerando todas las alternativas posibles y no creer que algunas medidas “de shock” para desmantelar lo que se hizo durante diez años son la solución a los problemas del sector. Estas líneas no agotan el tema. El debate debe continuar.

Por Juan Ignacio Lozano

Lic. en Economía. Consultor en Agronegocios

Ideas&Economía

e-mail: ideasyeconomia@gmail.com

Twitter: @ideasyeconomia

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