Los 28 de enero de cada año se conmemora el Día Mundial por la Reducción de las Emisiones de CO2, las cuales están asociadas principalmente a la actividad industrial, pero la realidad es que todos los habitantes del planeta emiten dióxido de carbono a la atmósfera.
El uso del transporte público o el auto particular para ir a trabajar, la moto que permite repartir pedidos, la cosechadora que se utiliza para trillar un cultivo y el flete de esos alimentos desde el campo al comercio o puerto, son algunos de los ejemplos de emisiones constantes de dióxido de carbono a las cuales no se le suelen prestar mayor atención o relacionar con la actividad diaria.
Y aún más complejo o lejano resulta pensar en los materiales. ¿Contamina alguien sin saberlo? La respuesta es sí, porque existen materiales que para su fabricación requieren de un proceso industrial, mientras que otros no.
Un claro ejemplo de esto es la madera, dado que sirve para sustituir productos no renovables y de uso intensivo.
Desde la Asociación Forestal Argentina (AfOA) señalan que “la madera no solo tiene la capacidad de almacenar el CO2 en sus usos sólidos (construcción, muebles, pisos, etc.) sino que, además, ofrece alternativas para sustituir productos de origen fósil (combustibles, plásticos, químicos) y no renovables y de alto consumo de energía (cemento, minerales)”.
Otra característica que hace a la madera más sustentable es que para su disposición final, es renovable y reciclable.
“Estas características no solo ayudan a la mitigación del cambio climático en toda la cadena productiva, sino, además, a una bioeconomía circular, y con ello, a opciones más sostenibles e inclusivas, dada la alta creación de empleo que genera, aportando al crecimiento y desarrollo económico”, remarcan desde la institución.