El stock de deuda se acerca a los u$s 182.000 M, de los cuales cerca de u$S 105.000 M se encuentran en default. El monto total del stock de deuda equivale a casi un año y medio del PBI argentino, o a 6 años de las exportaciones de nuestro país, y significa que cada argentino debe 5.000 dólares o $ 14.500, aproximadamente.
En cosechas podríamos decir que se requieren 285 años de producción de girasol, o 144 años de recolección de maíz, o 93 cosechas de trigo o en el mejor de los casos casi 28 años de producción de soja. Estas cifras indican la gran problemática que tiene el país para afrontar sus obligaciones, por ello se requiere de consensos básicos para demostrar a nuestros acreedores, que no sólo tenemos la intención de pagar nuestras deudas, sino que tenemos la capacidad de hacerlo en función de la realidad que atraviesa nuestra economía.
En este punto juegan un rol fundamental los países acreedores, que limitan mediante barreras arancelarias y para-arancelarias la entrada de productos alimenticios argentinos altamente competitivos, y con ello restringen nuestro intercambio comercial y el ingreso de divisas. Recordemos que los países desarrollados destinan u$s 850 M diarios para subsidiar a sus productores y a sus exportaciones. Anualmente el monto superó los u$s 310.000 M, casi 3 veces el PBI argentino. Es obvio que para pagar debemos tener recursos y éstos se logran con superávit fiscal que debe ser obtenido a través del crecimiento sostenido de la economía, y no con aumentos de presión impositiva que limitan el desarrollo de los sectores productivos o al consumo. Los impuestos distorsivos que afectan a las exportaciones deberían ser eliminados en forma progresiva.
Se ha estimado lograr un superávit primario (antes del pago de la deuda), del 4%, lo cual es muy positivo y supera las expectativas pactadas con el FMI del 3,2%, tarea que es realmente difícil, ya que al mismo tiempo se debe soslayar la crisis social e impulsar a los sectores productivos.
Por eso son loables los anuncios realizados sobre la implementación de amortizaciones aceleradas en la compra de bienes de capital y el diferimiento del IVA, ya que estas inversiones brindarán una mayor competitividad para la compra de tractores, sembradoras, cosechadoras, y maquinaria en general. Pero para que estos anuncios se hagan realidad, es necesario facilitar el acceso de las empresas rurales a estos “beneficios”. Nuestro país cuenta con sectores productivos altamente competitivos que invierten anualmente miles de millones de dólares en el país, como es el caso de la cadena agroindustrial argentina. Recordemos que la ventaja competitiva de las naciones no surge de los recursos naturales o del tipo de cambio, sino que se genera del espíritu innovador de su gente. Seamos creativos, nuestro país se lo merece.
Ernesto Ambrosetti | Especial para Infocampo