La mirada de los productores ya está puesta en la campaña 2023/24 y el principal foco de atención es qué sucederá finalmente con el clima: si bien El Niño es una posibilidad más que concreta, aún no fue oficialmente declarado y es difícil predecir su intensidad, para intentar dilucidar cómo se comportará el régimen de lluvias.
No obstante, el consenso general es que más temprano que tarde El Niño estará entre nosotros y eso significará un radical cambio en relación a lo que sucedió en las últimas tres campañas, con la presencia de La Niña que fue aumentando su incidencia hasta el punto de haber llevado la última cosecha a su peor nivel en más de 20 años.
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En este marco, la jornada anual de actuación técnica y comercial de legumbres organizada por la Cámara Argentina de Legumbres de la República Argentina (CLERA) no estuvo ajena a esta inquietud sobre cómo se comportará el clima en los próximos meses.
Para eso, convocó al director del Instituto de Clima y Agua del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), Pablo Mércuri, quien dio sus previsiones para el corto y el mediano plazo.
EL NIÑO EN EL HORIZONTE
En diálogo con Infocampo, Mércuri reconoció que hay mucha expectativa por la llegada de El Niño y subrayó que a medida que avance el invierno podrá conocerse su intensidad.
“En general, se puede prever un año beneficioso para el agro, en el que se recompondrán los stocks de agua y se va a poder proyectar la disponibilidad del recurso para el año “post Niño”. Si el agua fue la principal limitante de la última temporada, es una noticia alentadora a nivel regional”, enfatizó.
De manera puntual, dijo que la zona tradicionalmente más beneficiada con El Niño es el este de la región pampeana; mientras que en otras regiones del país, como el NOA –la jornada de CLERA se realizó en Salta– su impacto es más variable.
“CLIMÁTICAMENTE INTELIGENTES”
En este contexto, Mércuri señaló que esta variabilidad permanente que se está viendo en las perspectivas climáticas, y que se materializa este año en un paso sin escalas de La Niña a El Niño cuando lo normal hubiera sido un año “neutro” en el medio, obliga a los productores a empezar a planificar sus decisiones en función de tales variables y ser “climáticamente inteligentes”.
“En los últimos 60 años, hay una tendencia muy marcada hacia el incremento de la temperatura media y a ciclos de precipitaciones que se mueven de manera muy variable. Hay que adecuar las decisiones a ese comportamiento del clima, adaptarnos”, enfatizó Mércuri.
El aspecto clave para el especialista del INTA es aprender a “gestionar” mejor el agua. “Contabilizamos mucho cuánto llueve, pero poco cuánta tenemos en el perfil del suelo. Hay que guardar en los años húmedos para las campañas siguientes. Nuestro silo de agua es el suelo”, puntualizó.
Al respecto, recordó que hay numerosas tecnologías como la construcción de terrazas y curvas de nivel, represas y embalses, y prácticas agronómicas como la intensificación con gramíneas, que permiten ayudar a que el suelo sea “nuestro Banco Central de reservas para enfrentar lo que viene”.
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Mércuri sumó como un beneficio que los pronósticos son cada vez más certeros, lo que permite ajustar las decisiones aún mejor, y que también son numerosos los desarrollos tecnológicos que permiten analizar desde la “nube” lo que ocurre en el suelo, y tener datos suficientes para decidir y ser más eficientes en las prácticas a utilizar.