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Cuando la hipocresía puede ser cara

Se acentuaría el hambre y la escasez en las naciones más humildes. Casi el 70 por ciento de los pobres vive en zonas rurales

Se acentuaría el hambre y la escasez en las naciones más humildes. Casi el 70 por ciento de los pobres vive en zonas rurales
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“Los subsidios al agro y los aranceles de importación de los países industrializados atentan contra los pobres de los países en vías de desarrollo”, dice un informe del Banco Mundial difundido en enero. “Casi el 70% de los pobres vive en zonas rurales. La liberalización del comercio les permitirá una vida mejor”.

Esas afirmaciones, forman parte del discurso oficial de aquellos países que, como la Argentina y Brasil, buscan incrementar los volúmenes y los precios de sus exportaciones agropecuarias. Se pretende que la lucha contra los subsidios sea vista como una causa de los países pobres y, por añadidura, como una lucha contra el hambre.

El análisis objetivo del tema muestra una realidad más compleja. De los 50 países catalogados por las Naciones Unidas como “menos desarrollados” 43 son importadores netos de alimentos. La necesidad de Europa y los Estados Unidos de canalizar los excedentes de sus productores -que reciben más de u$s 1.000 millones diarios de subsidios- permite a los países pobres comprar alimentos a precios menores a los que tendrían lugar en un mercado no distorsionado. En un mundo donde 900 millones de personas viven con menos de u$s 1 por día -en Etiopía y Burundí subsisten con u$s 27 centavos- resulta al menos hipócrita afirmar que el aumento en el precio mundial de los alimentos que pretenden lograr los países que se oponen a los subsidios, contribuirá a paliar el hambre.

Más allá de los subsidios, una eventual baja en los aranceles de importación de los países más ricos también perjudicaría a los otros. Panagariya, profesor de Economía de la Universidad de Columbia, explica que gracias al acuerdo comercial Everything But Arms (Todo Menos Armas), actualmente los países más pobres tienen libre de derechos aduaneros y cuotas al mercado de la UE para todos los productos.

No reconocer los eventuales efectos negativos de la liberalización comercial sobre los países pobres traerá dos problemas. Primero, no se diseñarán los programas de compensación necesarios. Y segundo, cuando los países menos desarrollados a los que se les prometieron enormes ganancias se vean perjudicados, “sentirán una decepción que podría ser fatal para la causa de la futura liberalización”, dice Panagariya.

Sebastián Masana

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