Marzo es, desde el punto de vista productivo, época de cosecha de granos. Y también de destete de los terneros. Desde el punto de vista económico es cuando aparece la plata grande que rápidamente comienza a circular por todo el sector. Y desde hace años, es el momento de las grandes exposiciones, donde también circula mucho dinero, bajo la consigna de mostrarle al resto de la sociedad el poderío del agro. Así vino sucediendo desde que se instaló ExpoChacra, de la mano de editorial Atlántida en los ’90. Y ahora del grupo Exposium y La Nación. Medio éste que debió entrar a la disparada al negocio para evitar que el grupo Clarín, que capturó el background técnico gerencial de aquella ExpoChacra y fundó Feriagro, amenazando con quedarse con todo el paquete.
En la época de los Vigil, la cuenta era clara: los gastos se cubrían con lo que les cobraban a los expositores. Las entradas eran ganancia pura. Siempre se habló de más de u$s 2 M. Esa fue una de las zanahorias que explican la puja que se viene dando entre estos grupos y que tiene a expositores y público en el medio. Las otras son la fidelización de los clientes que acompañan a las publicaciones todo el año, la atención que logran en medios no especializados, el escenario ideal para políticos, etc… Y siempre se le encuentra una vuelta de tuerca para seguir con el lema “¡que no decaiga…!”. “En épocas de vacas flacas es cuando más esfuerzo hay que hacer para posicionar la marca”, apuran los organizadores. ¿Pero le sirve al productor? Todo este show mediático, que en algún momento le elevó la autoestima, en estos momentos no le alcanza. Siente la ausencia de una dirigencia política que no está a la altura de las circunstancias. Entonces, sin novedades tecnológicas de excepción que mostrar, con los expositores queriendo salir de esta batalla ajena, ¿a quién están dirigidas estas megamuestras? Mientras tanto, ya hay otros caminos. Las UEDAPS de Monsanto, los Centros de Excelencia, las Expo Agco Allis, las estaciones de Syngenta parecen haber encontrado su lugar bajo el sol: llevar la oferta al propio lugar de producción. Menos masivo, pero más efectivo. Por eso, cada vez que el público llega a estas ferias, se los ve ansioso por buscar en la tecnología las respuestas que no consigue en la política sectorial.
Pero si tampoco encuentra mucho que llevarse a casa para aumentar su rentabilidad, ¿volverá? Y sin público, ¿cómo seguirá la historia?
Daniel Díaz
Editor de Infocampo
