Entre el cerro San Javier y el esqueleto del viejo ingeniero azucarero San Pablo, uno de los más populares de las zonas aledañas de San Miguel de Tucumán, un lanzamiento relacionado al desarrollo de los “extremófilos” fue la novedad en materia de bioinsumos para el agro.
¿Quién está detrás del importante lanzamiento? La joven empresa Puna Bio, que esta semana inauguró su flamante Centro de Investigación. El edificio se distribuye en dos pisos de laboratorio y uno destinado a coworking, más una terraza de esparcimiento.
La construcción no fue hecha en un lugar al azar sino en un sitio emblemático de la región como el antiguo ingenio, hoy sede de la Universidad de San Pablo. Allí se recuperó uno de los edificios abandonados a partir de la creación de esta startup en 2020. La restauración llevó un año y medio de trabajo y demandó $ 150 millones.
“Tenemos un invernadero plenamente equipado y automatizado para hacer la evaluación de productos previa a los ensayos a campo, en cultivos como soja, maíz, trigo, poroto y caña de azúcar”, precisó Franco Martínez Levis, CEO de Puna Bio.
¿QUÉ ES UN EXTREMÓFILO?
En una charla con Infocampo tras su oratoria ante el público presente, la científica del Conicet y la Universidad Nacional de Tucumán María Eugenia Farías, también parte de Puna Bio, resumió: “Un extremófilo es en este caso una bacteria que es aislada de un ambiente extremo y que soporta condiciones de alta salinidad y alta radiación ultravioleta, o escasez de nutrientes”.
“Y como ayudan a crecer a las plantas en ese tipo de ambientes en la Puna y los Salares, cuando los aislamos y logramos que se los apliquen a soja, se aumentan los rindes y hay una producción mucho mayor en suelos fértiles”, definió.
A partir de allí, la metodología pensada es la de realizar las caracterizaciones y evaluaciones de los microorganismos extremófilos, el desarrollo de producto y formulaciones, un primer escalamiento previo a la etapa de producción, e investigación de los mecanismos de acción.
Hoy en día Puna Bio ya cuenta con 17 investigadores trabajando allí y pretenden incorporar a más profesionales.
En total, la empresa emplea a 25 personas y salieron a la cancha con el “Kunza Soja”, su primer biofertilizante para soja. “Ha superado ampliamente los resultados obtenidos por los productos comerciales utilizados en aproximadamente el 90% de la producción de soja en Argentina y Brasil”, aseguraron.
En más de 30 ensayos de campo realizados por agrónomos externos durante las campañas 2020/21 y 2021/22, y 2022/23 se obtuvieron resultados como un aumento del rendimiento del 11%. “Un inoculante comercial a base de Bradyrhizobium solo logró un incremento del 3%”, compararon.
“En el laboratorio hacemos los primeros análisis de todos los extremófilos: bacterias, hongos, todos los microorganismos que utilizamos. Se hacen evaluaciones de promoción de crecimiento, desarrollo de producto y formulaciones. Tenemos capacidades de investigación en microbiología, biología molecular, bioinformática, fisiología vegetal y biotecnología, entre otras especialidades”, subrayó Martínez Levis.
LA BÚSQUEDA DE INVERSORES
El CEO recordó ante este medio cómo fue la búsqueda de inversores para el proyecto en Estados Unidos.
“Cuando uno va a una ronda de inversores a buscar financiamiento de capitales de riesgo tiene que tener en claro que de 150 personas a las que vas a ir a presentarle tu proyecto, 149 te van a decir que no. Y yo creo que quienes confiaron en nosotros vieron el talento de la ciencia argentina”, expuso.
“Y después muchos de los que te habían dicho que no, quieren decirte que sí. Y tenés un lindo problema porque tenés que decirle que no a varios. Pero por suerte fueron varios los que nos dieron el sí, y todos comparten con nosotros la inquietud por el cambio climático. Es importante destacar que atrás hay mucho sacrificio y esfuerzo”, redondeó Martínez Levis.
“La ciencia argentina tiene un enorme potencial y está llena de recursos brillantes, pero lamentablemente en los últimos años estuvo basada en el ‘sacerdocio’ de los científicos, porque realmente es una cuestión vocacional y hacer ciencia en la Argentina es algo muy difícil por las trabas en la importación, la devaluación y los sueldos bajos. Sin embargo, el científico argentino es brillante”, sumó Farías.
“Lo público nos generó a nosotros, y la empresa es de carácter privado. Sin embargo, parte de ese capital vuelve a lo público no solamente con impuestos y trabajo con lo que aportamos y la posibilidad de generar exportaciones, sino también porque parte de nuestras regalías van para el Conicet, que es de donde nosotros provenimos y corresponde. Pero también a la provincia de Catamarca, que es la dueña de la biodiversidad de donde salen estos recursos”, cerró.
Con el lanzamiento de Kunza Soja y la utilización en unas 40.000 hectáreas en Argentina, de la mano con el nuevo Centro de Investigación, el objetivo será el de lograr la aprobación en Brasil y en Paraguay, y continuar realizando ensayos en Estados Unidos para también desembarcar en ese mercado.