Los pronósticos productivos para el trigo 2022/23 son cada vez más sombríos, opacados por una sequía que no da tregua, a lo que se suma una amplia serie de heladas, muchas tardías, que agravan la situación de los cultivos.
De las más de 20 millones de toneladas que dejó la campaña anterior, los pronósticos cayeron a 17,5 millones –Bolsa de Cereales de Buenos Aires y USDA– y a 16,5 millones –Bolsa de Comercio de Rosario-, y todo indica que estos valores seguirán reduciéndose aún más.
En este contexto de menor oferta, ya comenzaron los tironeos entre los exportadores y la industria molinera local: por eso, el Gobierno convocó para este jueves a una reunión a ambas partes, para ir delineando las acciones a seguir para que no falte el trigo -un insumo muy sensible para la canasta básica por su incidencia en el pan y las pastas- en el mercado interno, durante el próximo año.
¿MÁS INTERVENCIONES?
Según un cable de la agencia internacional Bloomberg, especializada en periodismo económico y de negocios, “Argentina evalúa controles de exportación de trigo más estrictos a medida que la cosecha se marchita y la inflación de los alimentos se dispara”.
En principio, el problema lo generó el propio Gobierno: cuando no se esperaba aún un impacto tan fuerte de La Niña en la campaña invernal, estableció un “volumen de equilibrio” -nombre con que denomina los saldos exportables- de 10 millones de toneladas.
Esto fue para que los exportadores pudieran adelantar ventas a principios de año, cuando el cereal alcanzó valores históricos en el mercado mundial y, de paso, recaudar retenciones de manera anticipada. De ese total, ya hay comprometidos embarques por 8,8 millones de toneladas.
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Pero esa medida se volvió un boomerang: si la cosecha cae por debajo de las 16 millones de toneladas, y recordando que históricamente los molinos locales demandan unas 6 millones por año, la oferta de trigo estará al límite, y por eso el Gobierno interpreta que necesitará ajustar las tuercas en el mercado para evitar que falte materia prima a nivel local, justo además en un año electoral.
Un dato extra a considerar es que la mayoría de los productores tienen liquidez por haber vendido soja a un tipo de cambio de $ 200, a través del Programa de Incremento Exportador que rigió en septiembre, y por eso se estima que no estarán apurados en comercializar el poco trigo que puedan cosechar, a sabiendas que ante la menor oferta, los precios subirán.
Precisamente, ese es el otro temor de los molineros: tener que pagar un valor muy alto por la materia prima. Y también del Gobierno a nivel local:si los valores se disparan, sumarán presión inflacionaria.