Hay una frase que reza que la vida sorprende cuando uno menos le espera. Y una muestra es lo que le ocurrió a Pablo Freire, un exitoso cabañero ovino de Ranchos, Buenos Aires, quien desarrolla ejemplares de las razas Texel y Dorper.
Si bien están a la vista los logros que su cabaña viene cosechando en cada exposición que visita, su historia es muy particular ya que no toda la vida se dedicó a la ganadería.
Antes de la pandemia que infringió un inmenso dolor al mundo entero, Freire era propietario de una de las panaderías más importantes de Buenos Aires: L`Amour. Sin embargo, actualmente no se arrepiente de haber dejado su anterior oficio de panadero para convertirse en un exitoso cabañero ovino.
Hijo de un inmigrante español llegado de Galicia a los 11 años, había puesto una panadería en el barrio de Flores pero luego decidió competir en el corazón de Buenos Aires y mal no le fue. “Mi padre era mi modelo, me gustaba todo lo que hacía, por eso decidí continuar con su legado. Hoy pienso lo mismo de mis hijos”, destacó Freire convencido a Infocampo.
Al presente, en la cabaña que Don Ángel, nombre que le colocó en recuerdo a su padre, Freire trabaja codo a codo junto a sus hijos Tomás y Manuel, y su esposa Daiana. “Mis hijos, a pesar que estudian en la facultad, colaboran mucho con este emprendimiento. También lo hace mi esposa. Es Una felicidad muy grande poder tener a la familia como sostén del proyecto”, expresó.
-¿Es consciente del cambio que se produjo en su vida al cerrar la Panadería?
– Fui dándome cuenta poco a poco. Empecé a ver las cosas de otra manera. Me di cuenta de la vida loca y apresurada que tenía en la ciudad y no la vuelvo a elegir. En el campo soy feliz.
-¿Qué encontraste en el campo además del negocio?
-Yo siempre digo que en el campo encontré un retiro espiritual permanente. Hace más de 20 años era panadero de Buenos Aires. Hoy ya me considero un productor ovino del interior, aunque el resto de los criadores aun me siguen llamando porteño (se rie).
DE LA PANADERÍA AL CAMPO
En 2005 comenzó a expandir el desarrollo ovino mientras continuaba con la principal fuente de ingreso que tenía que era la panadería. Incluso en 2006 fue a Uruguay donde se sintió atraído por la raza Texel, país en la que estaba avanzando de manera considerable. Fue allí donde se terminó de enamorar de esta genética.
Luego, en 2020, la pandemia le hizo dar el paso final: decidió migrar al campo y dedicarse definitivamente a las ovejas. “Vimos que la panadería había dejado de convenir económicamente por la pandemia, principalmente, y la alquilamos para irnos definitivamente al campo”, sostuvo.
El lugar donde desarrolla la cabaña es una pequeña chacra de siete hectáreas que Freire había adquirido en 2002, para ser utilizada como un cable a tierra en los momentos de descanso, los fines de semana.
Sin embargo, la pandemia afectó seriamente su trabajo y tomó la mejor decisión. “No me quedó otra alternativa que alquilar la panadería y venirme con mi familia al campo. Acá volví a nacer y no cambio esta vida por nada”, dice sin dudarlo el entrevistado.
“Siempre digo que en el campo encontré un retiro espiritual permanente. Hace más de 20 años era panadero de Buenos Aires. Hoy ya me considero un productor ovino del interior, aunque el resto de los criadores aun me siguen llamando porteño”, destacó Pablo Freire.
-¿Porqué decidiste trabajar con ovinos y no con otra actividad?
-Primero, porque en siete hectáreas no puedo hacer otra cosa que me reditúe como los ovinos. Y también porque siempre me gustaron los animales y muy especialmente las ovejas y los borregos. Creo que era una pasión escondida.
-¿Te sentís uno más de los cabañeros de ovinos que existen en el país?
-Si, por supuesto. Mis colegas me reciben muy bien siempre. Creo que en todos los trabajos cuando uno no logra la pasión, tampoco logra la felicidad. Yo vivo esta actividad con mucha pasión y soy feliz por eso.
PENSANDO EN LA MEJOR GENÉTICA
Freire tiene alrededor de 60 madres, entre Texel y Dorpen, y están consolidando su remate anual propio. También producen unos 60 ovinos para carne, junto a sus dos hijos que ayudan en el negocio. A pesar de la crisis económica, actualmente sigue apostando por el sector y destaca la calidad del Texel y el Dorper-otra de las razas con las cuales trabaja- como razas carniceras.
“La cabaña tiene casi 18 jóvenes años de historia. Mi esposa se encarga de Dorper y yo de Texel” comentó el ex panadero, introduciendo a su familia como un puntal primordial del emprendimiento.
“Trabajamos en familia, a veces llamamos a algún amigo que nos dé una mano. Mis hijos y mi esposa son fundamentales en este emprendimiento. Si bien mis hijos estudian y trabajan en Buenos Aires, siempre se hacen un momento para colaborar con la cabaña”, aclaró.
-¿Cree que para sus hijos esta transformación fue importante también?
-Hoy no tengo dudas de eso. Ellos siempre están dispuestos a acompañar porque el emprendimiento es un gran éxito en la vida de ellos también. Estar en un ambiente tan alejado de la gran ciudad ayuda mucho a mejorar la calidad de vida en lo personal y en lo social.
-Qué opinión le merece la actualidad del sector ovino?
-El sector ovino tiene, para mí, grandes expectativas, a pesar que venimos de un año complicado y duro. Somos una cabaña que se desarrolló en menos de dos décadas pero, así y todo, no son dos días. Yo creo que tenemos que seguir apostando al margen de las vicisitudes que este país nos tiene acostumbrados a mantener.
-¿Hay demanda de reproductores en este sector productivo?
-Sí. Luego de cada crisis siempre comienza una gran demanda. Estos años en particular, donde muchos productores se desprendieron de la ganadería bovina por la sequía, tienen en las ovejas una alternativa más económica para volver al ruedo de la ganadería. Esto siempre ocurre y en esta campaña no será la excepción.
REPUNTA LA ACTIVIDAD
Según Freire, la ganadería ovina está preparada para repuntar. “Sinceramente veo mucho interés. En todas las exposiciones que participamos observamos que los productores quieren ampliar sus rodeos y algunos particularmente desean comenzar a criar ovinos”, cuenta el entusiasta.
Además, asegura que las razas que desarrolla en la cabaña son “carniceras por naturaleza”. También sostiene que ese interés es ayudado por las leyes nacionales y provinciales que existen para que la actividad ovina resurja definitivamente.
-¿Texel es la raza ideal para comenzar un emprendimiento ovino?
-Probablemente sí. Es una raza que produce carne magra, pero también lana de cruza fina, más allá que es un mercado que está retrotraído. Es un animal que, si se lo trabaja correctamente, tienen un gran potencial y una calidad extraordinaria con doble propósito, donde la ecuación productiva cierra perfectamente.
– Pensando en la alimentación. ¿La sequía fue un problema para los cabañeros?
-Siempre la sequía es un problema. No obstante nosotros utilizamos mucha suplementación con raciones que aportan las mejores proteínas a nuestros animales. Si bien no fue un año normal, por supuesto, pudimos afrontarlo muy bien con lo que teníamos. Ojalá esta etapa que comenzó sea mucho mejor para todos.