“Podemos decir que en este sistema es más valorable la calidad de los años o el aporte de rastrojo que hacemos en un año, más que los años en sí que tengamos en siembra directa”, explicó Martín Ambrosio de AAPRESID, en el marco de su experiencia con la siembra directa. “Podemos tener 15 o 20 años de siembra directa”, agregó “y tener un suelo totalmente compacto y sin cobertura, o tener un suelo de 6 años de siembra directa, al que le hemos revertido totalmente su calidad productiva y en el cual estamos logrando rendimientos potenciales máximos”. Destacó que esta práctica debe poseer un acompañamiento de tipo económico. En este sentido, expuso que existen condiciones que dificultan el correcto manejo de un sistema de siembra directa y atentan contra la completa sustentabilidad del mismo. Esto es lo que ocurre cuando los números bajan, los precios de los cereales descienden y las retenciones aumentan.
Finalmente, sostuvo que “tenemos que entender que, en el marco de la siembra directa, vamos a conseguir sustentabilidad desde el punto físico, desde el punto de vista biológico; detenemos la erosión y mejoramos la calidad biológica del suelo pero no la nutricional. Si nosotros no devolvemos nutrientes que nos llevamos estamos siempre en una situación de explotar un suelo más que de mejorarlo”.