Un cable fechado en Beijing señalaba esta semana la preocupación que existe en China respecto de la seguridad alimentaria.
Con una economía y población en crecimiento, cada vez le resulta más difícil a este país mantener el equilibrio entre oferta y demanda de alimentos, debiendo recurrir a mayores importaciones de materias primas agrícolas.
El gigante asiático tiene el 40% de la superficie agrícola promedio per cápita mundial y sólo el 28% cuando se trata de agua.
Con su producción actualmente abastece el 97% del consumo, pero, se asegura, cada vez le cuesta más satisfacer su demanda. La situación es especialmente sensible en el caso de trigo, arroz y soja.
En el caso de la oleaginosa, China produce sólo 16,2 millones de toneladas y debe importar anualmente otras 32, para alimentar sus granjas porcinas y avícolas. La Argentina aporta entre 4,5 y 7,5 Mt de esas necesidades.
El problema de este país es que cada punto porcentual del consumo de granos que debe importar, significa el 2% del comercio mundial, con lo cual, sus importaciones tienen un efecto disparador en los precios internacionales de las materias primas agrícolas.
En un contexto global alcista, el incremento de los precios de la harina, el arroz y el aceite vegetal en su mercado interno llamó la atención de las autoridades chinas.
El gobierno de Beijing decidió ofertar 833.000 toneladas de trigo de sus stocks para atenuar la suba del cereal.
Igualmente, el plan oficial para el período 2006 a 2020 contempla continuar con la política de autoabastecimiento en materia de granos.
El gobierno especula con que los buenos precios de los granos serán un incentivo para la producción. Además se planea mejorar la infraestructura, las obras de riego y la tecnología agronómica, así como preservar la tierra cultivable para ese uso.
De acuerdo con el Dto. de Agricultura de los EE.UU., China ha mantenido una oferta muy próxima al consumo, pero reduciendo los stocks en los últimos años.
