¿Atender de las consecuencias o gestionar el riesgo de los desastres climáticos? Según los especialistas, para actuar es necesario conocer anticipadamente los índices de amenazas y de vulnerabilidad de las regiones para minimizar el impacto de los eventos meteorológicos extremos. Este será el tema central del nuevo número de la Revista de Investigaciones Agropecuarias del INTA (Vol. 41 N.º 3).
Los efectos negativos del cambio climático demandan un nuevo paradigma que equilibre al desarrollo productivo con la naturaleza y, en este proceso, ir más allá de la demanda coyuntural y enfocarse en la gestión del riesgo.
“Resulta imprescindible dar un paso más allá del abordaje coyuntural que demanda un desastre una vez ocurrido, para enfocarse en la gestión del riesgo. Esto implica replantearnos el desarrollo y promover la resiliencia para minimizar las consecuencias de las amenazas naturales”, explicó Ricardo Mena, jefe de la Oficina Regional Las Américas de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNISDR).
A escala global la cifras ascienden a 314 mil millones de dólares al año como resultado de los desastres por amenazas naturales ocasionados, tanto por eventos intensivos –de baja recurrencia y de grandes impactos individuales– como extensivos –manifestaciones constantes de riesgo–. De estos últimos, el 90 % son desencadenados por pequeños y medianos eventos vinculados con fenómenos hidrometeorológicos.
El planeta se enfrenta a una tendencia creciente de pérdidas económicas asociadas a los desastres, tanto en el sector público como en el privado. Anticiparse a los hechos es fundamental y para ello se requiere conocer los índices de amenazas y de vulnerabilidad de las regiones.
En esta línea, Gabriel Delgado, ex secretario Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, y Verónica Piñero, coordinadora nacional del programa Prohuerta del INTA, reconocen el impacto del cambio climático en la agricultura y sus efectos en la población.
Al respecto, Delgado señaló que “la producción agropecuaria está subordinada al clima” y resulta esencial “repensar y diseñar, de manera inteligente e inclusiva, planes de adaptación al cambio climático para reducir su vulnerabilidad”.
Según Piñero, el Prohuerta realiza “un arduo trabajo de concientización –en especial de las futuras generaciones– sobre el cuidado ambiental para tener una agricultura sustentable, mediante el respeto de los suelos y el ambiente para no incrementar los daños ya causados al planeta”.
Luego de 25 años, desde el Programa “tenemos la experiencia en el territorio para organizarnos rápidamente para dar respuesta a las demandas de los productores familiares afectados por cualquier evento extremo”, destacó Piñero.
“La agricultura familiar es una actividad fuertemente impactada por el cambio climático”, aseguró Edith S. de Obschatko, especialista en Políticas del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).