En estos momentos en los que se están cerrando los contratos de arrendamientos agrícolas hemos notado una caída del ingreso por los mismos. En aquellos que ya se cerraron se han producido disminuciones del precio que rondan entre el 15% y el 20% con respecto a la campaña pasada.
Esta baja se produjo especialmente en aquellas zonas que se vieron afectadas por malas condiciones climáticas el año pasado, que dejaron a los dueños de los campos con grandes necesidades de caja. Por otro lado los que se dedican a la explotación, tanto los grandes pooles como el productor medio, están enfocados en poder recuperar la eficiencia y la rentabilidad del pasado ajustando sus costos. Uno de ellos es el alquiler y una manera es convenir contratos a porcentajes compartiendo el riesgo con los dueños de los campos.
En general, la mayor parte de estos arrendamientos son contratos anuales que son negociados en quintales. Por lo tanto cualquier disminución en quintales aumenta el riesgo de los propietarios de tierras afectando su rentabilidad y pone en duda la realización del contrato.
En la última década la clave para el agro ha sido producir con rindes incrementales mediante la innovación y la especialización. Dentro de este marco tal vez llegó el momento de darle más espacio a los acuerdos asociativos entre propietarios y empresarios productores. En estos acuerdos los dueños del campo participan en mayor medida del riesgo de la explotación y de la comercialización. Como contrapartida el propietario tiene injerencia en las rotaciones de los cultivos y de esa manera también cuida su patrimonio que es su tierra.
Hoy en día ante el incremento de los costos y la competencia existente en el arrendamiento de tierras los contratos asociativos se presentan como una posible solución.
Por Claudio Maldonado, Socio de la industria de agronegocios de KPMG en Argentina.