¿Desayunaste con limón?, te preguntan en la Argentina si amanecés cruzado y, en cambio, en China un limón al desayuno es felicidad y buena salud.
Tan buena como la mismísima planta que en 1955 en Tucumán soportó “La tristeza”, uno de los peores virus, que naranjas, pomelos y mandarinas no resistieron.
“Cobijo de nuestra Independencia y jardín de la república, Tucumán es la capital internacional del limón; sede del 95% de la producción argentina con alrededor de 50 mil hectáreas. La zona limonera está en el pedemonte de la Sierra del Aconquija y del Cajón en los faldeos orientales”, le dice a Télam el ingeniero Guillermo Torres Leal, jefe de Fruticultura del INTA
Famaillá.
También se planta limón en la Mesopotamia, Salta y Jujuy. Sinónimo de comida saludable, hoy las medias y altas burguesías aumentaron el consumo de limón, que desplazó a los otros cítricos.
Con el 20,35% de la producción mundial, casi 1.700.000 toneladas por año, Argentina es el primer productor mundial de limones. Los mejores, los más bonitos, van a Europa. Tiene 300 derivados. Jugos, pulpa, cáscara que se industrializan para la medicina, la cosmética y la alimentación. Coca Cola es una de las mayores consumidoras del mundo de aceite esencial de limón.
Argentina también es el primer exportador de derivados del limón y el segundo exportador de limón fresco después de México.
“El limón tiene muy buen mercado. Mi madre nos legó su enorme amor al limón. A todo le ponía limón”, señala Daniel Santos, director de Terri Citrus; hijo de Carmen Bollea, fundadora de la empresa que hizo con las 90 hectáreas que recibió en herencia y que ya son 1.000. Los bisabuelos, Miguel Mata e Isabel Mena, fundaron el primer emprendimiento frutícola de la familia que hoy es San Miguel, la citrícola más importante del país y principal exportadora del hemisferio sur. Llegaron a principios del siglo XX de la Costa del Sol en España. ¡Tierra cítrica si la hay! Los moros, con su amor por los placeres del cuerpo, nos legaron pueblos perfumados de azahares.
El limón entró al país en 1563 con el adelantado Hernán Mejía de Mirabal.
Desde entonces se produjo especialmente para consumo interno. Hasta son naranjos los árboles que dan sombra a las calles de la provincia. Tucumán también recibió a italianos que plantaron limones en sus huertas. A fines de los 60, paralelamente a la crisis del azúcar, hubo un período de promoción industrial; incluyó el despegue de la industria limonera, que se consolidó en los 90. Invirtieron en tecnología para competir con los estándares de calidad que requiere la Unión Europea.
“La primera exportación fue en 1971, con 216 toneladas a Francia que salieron de una planta de empaque en la estación experimental de Obispo Colombres. En 2016 se exportaron 280.000 toneladas a España, Rusia y sur de Asia”, agrega Torres Leal. Algunas de las variedades de limón de Tucumán son Eureka, la preferida por los europeos, Lisboa y Génova.
Gran parte de la producción está en manos de cuatro industrias. Guían el mercado y forman precios. Son emprendimientos integrados que producen, procesan en una planta industrial propia, empacan y exportan. San Miguel cotiza en la bolsa y también tiene operaciones en Uruguay y Sudáfrica. Se suman Citrusvil, FGF Trapani S.RL y Argentilemon S.A. Más algunos medianos productores que no industrializan pero sí empacan, y pocos productores pequeños que venden limones a la industria.
La consolidación de la industria limonera fue parte de un proceso de concentración de la tierra con la consiguiente desaparición de los pequeños productores. Según el informe “Complejo citrícola: Limón” (2011) del Ministerio de Economía, estos grandes productores representan casi el 50% de la superficie implantada.
La producción de limones ocupa a 50 mil personas. El 80% se emplea en la cosecha, que va de marzo a septiembre. El limón puede tener dos o tres cosechas. Una de las ventajas de la producción argentina es que exporta a Europa en contraestación.
El 10% trabaja en empaque, el otro 10% se divide entre mantenimiento de quintas y viveros. “Casi el 80% de sus trabajadores está en blanco”, dice la socióloga Susana Aparicio. La cosecha es totalmente manual. En cambio la selección está, en gran parte, automatizada, aunque el trabajo meticuloso siga en manos de mujeres.
Aparicio destaca que como “la producción frutihortícola se rige por la ley de Contrato de Trabajo, no por la ley de Trabajo Agrícola, tiene convenios colectivos entre gremios y sector empresario”. Agrega que “si bien las regulaciones actuales sobre las técnicas en la cosecha tienden a evitar peligros para la salud, tanto de los consumidores como de los trabajadores, y las exigencias de presentación y calidad llevan a un trabajo de mayor minuciosidad, las formas de retribución del trabajo no siguen la misma racionalidad”.
Le cantaron Los Fronterizos al limón, Neruda le hizo una oda, Miguel Hernández una poesía y Mahmud Darwish, el célebre poeta palestino, algún renglón: “Las guerras no han modificado los jardines de mi Granada. Un día pasaré por sus lunas y frotaré mi deseo con un limón”.