Diagramar pensando en estrategias de largo plazo, en rotaciones y secuencias en el tiempo es la propuesta de César Quintero, un joven investigador de la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional de Entre Ríos que trabaja desde hace tiempo en el departamento de suelos de la casa de altos estudios.
La economía de los recursos y la eficientización de las prácticas lo llevaron a analizar el comportamiento de los nutrientes en distintas regiones y a trabajar en la búsqueda de su mejor aprovechamiento.
Esto se puede llevar a cabo teniendo en cuenta la residualidad de los elementos que se aplican. Los parámetros tienen como condicionantes las características de los suelos y el clima, pero aseguran que en determinadas regiones es posible planificar contando con lo que queda después de la cosecha.
“El productor debe tener conciencia de que el análisis de suelo es una herramienta fundamental para conocer con qué elementos cuenta, en qué proporciones, y a partir de allí, conociendo de qué manera se comporta el recurso en su zona, tomar las decisiones de aplicación, con plena conciencia de los rindes que pretende y la secuencia de cultivos y variedades que va a utilizar”, dijo el técnico con la claridad de conceptos de quien tiene la plena seguridad de lo que está proponiendo.
Dosis y rotaciones
“Comprobamos con diferentes estudios que en nuestros suelos el fósforo, por ejemplo, permanece hasta cinco años después de realizada la aplicación. Teniendo en cuenta esa situación comenzamos a pensar que uno puede fertilizar en secuencias de rotaciones a 3 a 4 años. Esta práctica es para el fósforo, azufre o para el potasio, pero no para el nitrógeno”, dijo Quintero.
Por ejemplo, para las rotaciones trigo-soja-maíz y trigo, soja, maíz, soja a 3 años, que son las más frecuentes se podrían aplicar 400 kilos de fertilizantes, especificó.
Tradicionalmente se fertiliza en dosis ajustadas para los requerimientos de cada cultivo y en dosis que son las mínimas. “No se devuelve al suelo todo lo que se le extrae y a lo largo del tiempo esta práctica ocasiona daños al principal recurso para la producción agrícola. Por ejemplo, aplican dosis de 50 kilos por campaña cuando la indicación sería usar por lo menos el doble”, mencionó el especialista.
Agregó, además, que esta situación está estrechamenete relacionada con los recursos que se destinan para las aplicaciones. “Son épocas en las que hay que afinar muy bien los números para alcanzar una buena rentabilidad, de ahí que los productores midan muy bien las dosis a aplicar. La contracara de esto es que más que un gasto es en ocasiones una inversión en la que se está pensando en la sustentabilidad del recurso con el que disponemos”, dijo Quintero.
En cuanto a las características y comportamientos de los nutrientes, el estudio indica que se cuenta con mayor información del fósforo y el cobre. El nitrógeno, en tanto, está en el otro extremo. Los productos finales de su metabolismo en suelos aireados son los nitratos, que se encuentran en la solución del suelo y son absorbidos por las plantas o los microorganismos o desplazados por los movimientos del agua libre. Sus efectos residuales son pequeños si existen buenas condiciones para el crecimiento de las plantas en el primer cultivo. Si no hay lavado o pérdidas importantes y se realizan fuertes aplicaciones se pueden observar efectos residuales varios años después de aplicado. El potasio y el azufre resisten la pérdida y quedan disponibles en el tiempo.