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Harinas refinadas versus integrales: el secreto de la dieta equilibrada

Una revisión sobre el tema, llevada adelante por un centro internacional, destaca que, idealmente, debe balancearse la ingesta.

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En los últimos años crecieron los “juicios” alimentarios contra las harinas refinadas. Por eso, un trabajo de revisión internacional, coordinado por por el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), intentó traer luz sobre este tema y definir si las harinas refinadas son tan nocivas como se las considera.

El grupo internacional de investigación buscó una base científica sólida a esta problemática y, tras una extensa revisión de más de doscientas investigaciones realizadas en todo el mundo, llegó a algunas concluciones importantes. 

No hay evidencias científicas claras que demuestren que los alimentos hechos a base de harinas refinadas tengan efectos negativos en la salud”, afirma Carlos Guzmán, investigador de la Universidad de Córdoba, quien fue parte de este trabajo. 

“Esto no quiere decir que recomendemos una dieta exclusiva de harinas refinadas. Aconsejamos que la mitad de los cereales que se consuman sean integrales”, agrega el experto y revisor. 

Según reconoce el investigador, los estudios han demostrado ampliamente que la ingesta de alimentos integrales reduce el riesgo de algunas enfermedades (diabetes, cardiovasculares y de muerte prematura) pero, en este sentido, suelen obviarse los beneficios de las harinas refinadas.

Asimismo, sostiene Guzmán, en Latinoamérica, África y Asia, se obliga por ley a fortificar las harinas refinadas durante la molienda con vitaminas y minerales. Al respecto, recomendar un abandono total de las harinas refinadas podría suponer un retroceso en la lucha contra enfermedades, como espina bífida, anencefalia y otras enfermedades congénitas.

ES CUESTIÓN DE NUTRICIÓN

“Las cuestiones nutricionales son más complejas”, afirma la publicación del Centro. Hay alimentos indulgentes (galletas, tartas y otros tipos de alimentos no básicos) fabricados con harina refinada, por lo que esta se suele asociar a dietas con alto consumo de azúcares y grasa y, por lo tanto, a efectos perjudiciales en la salud. 

Por su parte, las personas que consumen más cereales integrales son los que, paralelamente, hacen más deporte y llevan dietas más saludables. Es por esto que se tiende a relacionar la ingesta de harinas integrales con una mejor salud sin que necesariamente se deba a ellas.

Otro de los problemas que han encontrado es que la definición de “integral” no es clara ni consistente en todos los estudios. La mayoría de los alimentos calificados como “integrales” son, en realidad, elaborados con una mezcla de harinas integrales y refinadas.

El estudio también se propuso combatir las tendencias actuales que están incitando a los consumidores a eliminar, no sólo las harinas refinadas, sino todos los cereales y los hidratos de carbono de su dieta. 

“Los cereales son económicos, duraderos, versátiles y populares y seguirán desempeñando un papel clave a medida que el mundo adopte dietas basadas en vegetales para satisfacer las necesidades alimentarias futuras”, afirma Hans-Joachim Braun, director del Programa Global de Trigo en el CIMMYT y coautor del estudio.

 

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