Aunque no se sabe con una certeza del 100% si es así, la palabra Ascochinga tendría origen indígena –puntualmente, quechua– y su significado sería “perro perdido”.
Para quienes no conocen de qué se trata, es el nombre con el que se denomina a un pueblo del norte cordobés, ubicado a 80 kilómetros de la capital provincial y cerca de Colonia Caroya y Jesús María, en el corazón del departamento Colón, uno de los enclavados agrícolas de esta región del país.
Allí, Luis Ayarragaray posee 200 hectáreas en las que cultiva soja y maíz, y recientemente decidió incursionar en un nuevo proyecto: las trufas negras.
Como un guiño del destino, un producto que se cosecha con perros, aunque los mismos, contrariamente a la toponimia del lugar, no están “perdidos” sino muy bien adiestrados.
TRUFAS NEGRAS EN EL NORTE CORDOBÉS
Oriundo del sur de Buenos Aires, Ayarragaray es productor en la zona de los partidos Tres Arroyos y Coronel Dorrego, en la zona de influencia de los puertos de Quequén y de Bahía Blanca, donde siembra trigo, soja, maíz y girasol, entre otros cultivos.
Pero hace 15 años decidió expandir su radio de acción y llegó al norte de Córdoba, al establecimiento El Puesto, que se encuentra pegado a la Estancia La Paz, el mítico casco que perteneció a Julio Argentino Roca y que hoy es uno de los complejos turísticos más exclusivos de la provincia mediterránea.
Con el asesoramiento del experto francés Lionel Masbou, Ayarragaray decidió destinar tres hectáreas al cultivo de trufas negras: sembró los primeros árboles hace tres meses, pensando en un negocio que –de funcionar como espera- otorgará sus primeros frutos recién dentro de cinco a seis años.
“Lo que hicimos fue buscar alternativas de producción que sean amigables con el ambiente, la biodiversidad y las buenas prácticas. Que no fueran solo un negocio agrícola, sino también que agreguen valor a la zona más allá delo económico; también en lo ambiental y lo paisajístico”, relató el productor a Infocampo.
Entre las alternativas evaluadas estuvieron la forestación, la nuez pecán, el azafrán o algún tipo de frutal –algo muy usual en esta zona–, pero finalmente se decidieron por las trufas negras.
“Sembramos los árboles en los que crecen las trufas hace tres meses, tras un año y medio de análisis previo, en el que evaluamos cómo es el cultivo, las características de su producción, su venta, a qué mercados se destina y otros datos claves para el negocio”, fundamentó Ayarragaray.
Esa evaluación incluyó hasta un viaje a Europa que realizó el productor, invitado por Masbou, para observar en primera persona cómo es el cultivo de trufas y su potencial.
En este marco, destacó a la “pata” ambiental como una cuestión muy relevante: plantar árboles ayuda a cumplir con la Ley Agroforestal que rige en Córdoba y que obliga a que entre el 2% y el 5% de la superficie de los campos esté debidamente forestada.
“En el peor de los casos, si por alguna razón este proyecto no funcionara, igual quedará una suerte de ‘bosque’ donde podría, por ejemplo, hacer algún tipo de pastoreo de calidad, más allá de lo lindo que queda en términos de paisaje y el aporte que hace en materia ambiental”, entusiasmó el productor.
Debido a que se trata de una producción que demanda de mucha humedad para ser exitosa, y que en esta región de Córdoba solo hay lluvias normalmente en primavera y verano, Ayarragaray invirtió en un sistema de riego por goteo en el que cada planta recibe cada día sus requerimientos hídricos necesarios de manera directa.
Otro factor que evaluó como positivo Ayarragaray es que, como se trata de un producto que se exporta, el aeropuerto de Córdoba, donde hay incluso una Aduana, se encuentra relativamente cerca y con un acceso rápido para poder realizar operaciones de comercio exterior.
EL SUEÑO DE UNA ASOCIACIÓN DE TRUFICULTORES
En paralelo, este productor, en conjunto con Masbou, están avanzando en la formalización de una Asociación de Truficultores argentinos libres de productos químicos.
El objetivo es agrupar en este espacio a productores de todo el país que ya venían cultivando trufas o que están incursionando, para crear un espacio asociativo que permita, entre otras cosas, reducir costos y ganar competitividad a la hora de exportar.
“Como es un cultivo que genera un volumen no tan grande, en términos de lo que se obtiene en cada campo por separado, juntarnos los productores permitirá lograr mayor escala y, por ende, también mayor competitividad”, resumió Ayarragaray.
Por el momento, los productores que ya están participando de la conformación de la Asociación, son:
- Trufas Mallin, en El Bolsón
- Trufas La Esperanza, en Chillar
- Trufas Rodeo Grande, en Tucumán
- Trufas El Ceferino, en Tornquist
- Familia Daniotti, en Jesús María
- Trufas El Puesto, en Ascochinga
- Familia Elosegui, en Neuquén
Masbou amplió que el propósito general es “democratizar” la trufa en Argentina, y esto incluye la realización de capacitaciones y planes informativos para que los productores conozcan sus características y su potencial.
De todos modos, coincidió en que la “pata” comercial del proyecto es la clave, debido a que la idea es que la Asociación también incluya un servicio logístico para recoger las trufas en los diversos lugares del país donde se produzca, y llevarlas hacia el punto desde donde serán empaquetadas y enviadas a destino.
El experto francés insistió, en este marco, en que la Asociación solo incluirá a los truficultores que realizan un cultivo “limpio, que preserva la naturaleza”; es decir, sin el uso de fitosanitarios, fertilizantes u otros productos de origen químico. Por eso, incluso en la previa al inicio de un proyecto trufero, se realiza un análisis de los suelos, para conocer cuál fue su uso agrícola anterior y evitar que puedan quedar rastros de agroquímicos.
Ver esta publicación en Instagram