Entre las principales sugerencias del especialista -que durante el verano trabajará en la Argentina, junto a la firma AgroQuality- está el método de aplicación de los fungicidas, vital para que la respuesta sea la adecuada.
En este sentido, McCracken defendió la conveniencia de realizar aplicaciones aéreas para el tratamiento de la roya, al considerar que las máquinas terrestres “no son el instrumento ideal para combatir la enfermedad, debido a que permiten acarrear de un lote a otro las esporas”.
A su vez, el especialista destacó la necesidad de una respuesta rápida ante la aparición del primer síntoma del hongo, por lo que los aviones parecen las herramientas ideales para este propósito por fumigar todos los lotes al mismo tiempo.
En cuanto a las aeroaplicaciones, recomendó no utilizar grandes volúmenes de agua y generar una neblina y aprovechar el viento que mueve las hojas.
En contraposición con la opinión generalizada, Mc Cracken opinó que se debe fumigar con viento y detener la aplicación en caso de que éste cese, para obtener mejor penetración y utilizar un volumen de agua inferior con el avión.
El especialista también recomendó trabajar desde el amanecer hasta las ocho horas, con diez litros de agua por hectárea y después aumentar a 15 ó 20 litros para compensar la evaporación.
Finalmente, sostuvo que por lo general con una sola aplicación de fungicida no alcanza, algo que están recomendando todas las empresas de agroquímicos, en base a las aseveraciones de los especialistas en la materia.
En forma terrestre o aérea, con una o varias aplicaciones, la necesidad de controlar la roya de la soja es imperativa para los productores nacionales, si no quieren correr con el destino de sus pares brasileños, que vieron diezmar su cosecha ante el avance del hongo.