A fines de octubre, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) lanzaron una campaña mundial para combatir y erradicar la peste de los pequeños rumiantes (PPR), antes del 2030. Sin embargo, Argentina es libre de esta enfermedad, también llamada peste caprina, ya que nunca se reportó su presencia de esta en nuestro país, según indicó el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa).
Este virus de la familia Paramyxoviridae que afecta caprinos y ovinos, se caracteriza por fiebre, llagas en la boca, diarrea, neumonía, y puede ocasionar la muerte de estos animales aunque no afecta a las personas, es decir, no es una zoonosis. No obstante, la enfermedad es altamente contagiosa y provoca grandes pérdidas de animales en distintas regiones donde las poblaciones requieren de estas producciones para su alimentación y superviviencia.
La PPR se identificó por primera vez en Costa de Marfil en 1942, y desde entonces se propagó a unos 70 países de África, Oriente Medio y Asia donde se encuentran más del 80 % de las ovejas y cabras del mundo. La FAO estima que, en el mundo, unos 300 millones de familias de pequeños agricultores dependen de los pequeños rumiantes para obtener alimentos e ingresos.
Para tener una idea de la gravedad del asunto, vale mencionar que solo un brote reciente en la India provocó 180 millones de dólares en pérdidas, mientras que una serie de epidemias en Kenya entre 2006 y 2008 mataron a 1,2 millones de pequeños rumiantes, con daños superiores a los 23,5 millones de dólares y una caída en la producción de leche de 2,1 millones de litros.
En total, las pérdidas anuales debidas a la PPR se calculan entre 1.400 y 2.100 millones de dólares.
El patógeno está relacionado con la peste bovina, el sarampión y el moquillo canino. Y aunque la enfermedad afecta usualmente a pequeños rumiantes, en condiciones experimentales se han infectado bovinos y varios rumiantes salvajes.
Los animales infectados presentan un cuadro clínico con afecciones generalizadas en los sistemas respiratorio, digestivo y reproductivo, y difunden el virus a través de lágrimas, secreciones nasales, expectoraciones y heces. Por lo tanto, la enfermedad se puede transmitir por contacto estrecho entre animales, especialmente por la inhalación de las partículas suspendidas producidas por el estornudo y la tos.
Los recipientes, comederos y camas de paja también pueden ser contaminados con secreciones y convertirse en fuentes adicionales de infección, aunque el virus no sobrevive durante mucho tiempo fuera del organismo del animal hospedador.
Dado que los animales excretan el virus antes de mostrar signos clínicos, la enfermedad puede propagarse por el traslado de animales infectados de una región a otra.
La infección afecta más seriamente a los animales jóvenes, y a los caprinos más que a los ovinos. En su forma más grave, los animales son hallados muertos. Sin embargo, la enfermedad puede ser leve o inaparente y circular en un país causando poco o ningún efecto mientras no haya exposición de caprinos susceptibles.
Como toda enfermedad exótica, la PPR es de denuncia obligatoria ante la OIE. Por lo tanto, todo productor que sospeche de la presencia de la enfermedad en sus animales, debe notificar de inmediato a la oficina del Senasa más cercana, a fin de mantener y mejorar la sanidad animal de nuestro país.