Tenía alrededor de 15 años, cuando Lionel Masbou vivía en el sur de Francia, en el departamento Tarn Cordes Sur Ciel, y su familia, que desde la década del ’70 se dedica al cultivo de trufas negras, decidió darle un pedazo de sus tierras para que comenzara con su propio emprendimiento.
De la mano de un amigo mentor, Michelle Reynaud, y un tío llamado Andrés, fue aprendiendo “todo lo que había que hacer y lo que no”, en el mundo de las trufas.
Hoy tiene 45 años, lleva tres décadas creciendo en el negocio de estos hongos que son un insumo considerado premium en la gastronomía mundial, y ya es una suerte de “gurú” mundial: además de su propio campo, asesora a productores de la misma Francia, España, Australia, Chile y hace tres años también llegó a Argentina.
Durante las últimas dos semanas, estuvo haciendo una gira por una veintena de establecimientos que están incursionando con las trufas negras en nuestro país, desde el norte de la Patagonia hasta Tucumán, pasando por Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Mendoza, entre otros territorios.
Uno de esos proyectos se está llevando adelante en Ascochinga, en el norte de Córdoba a pocos kilómetros de Jesús María, y hacia allí fue Infocampo para conocer de primera mano, y de boca de Masbou, los secretos de esta particular producción y por qué cree que Argentina tiene enormes oportunidades para ser también líder global en este alimento.
UN POCO DE AMOR FRANCÉS POR LAS TRUFAS NEGRAS
El vínculo de Lionel con nuestro país nace de la mano de Trufas La Esperanza, uno de los emprendimientos principales y pioneros de este cultivo a nivel local, y cuya dueña es de origen francés.
Conocedora de la labor de Masbou, esta mujer le pidió que la asesorara en Argentina. “Acepté y rápidamente hicimos un análisis de la truficultura en Argentina. Lo primero que advertí fue un gran problema de asesoramiento: muchas empresas que comenzaron con el cultivo, pero no están logrando resultados porque solo les vendieron los plantines, pero no contaron con el acompañamiento necesario para lograr éxito”, mencionó el experto francés a este medio.
A grandes rasgos, cabe recordar que las trufas negras son un hongo que se inocula en plantines de árboles determinados (robles, encinas y otras especies) y, a través de un proceso de simbiosis, crecen en las raíces de esas plantas.
Pero el proceso demora como mínimo cinco años hasta obtener las primeras trufas aptas para ser cosechadas y exportadas. Y para lograr un volumen rentable, es importante realizar además tareas de análisis, monitoreo y seguimiento de los suelos y los cultivos a lo largo de todo ese tiempo.
Así fue que Masbou decidió iniciar una empresa de asesoramiento y fabricación de plantines de gran calidad, que incluye el “micorizado” (inoculación del hongo Tuber Melanosporum, que es el nombre científico de la trufa negra).
Según Lionel, La Esperanza ya es testigo de las mejoras logradas con un mejor asesoramiento productivo: pasaron de cosechar unos 20 kilos por hectárea, a casi 100, a través de una mejora de los procesos vinculados al trabajo de la tierra y de los árboles.
Es un dato no menor, teniendo en cuenta que se trata de un producto que se comercializa a un valor de 500 euros por kilo. Dicho de otro modo, lograr ese salto productivo implica la posibilidad de pasar de obtener 10.000 euros por hectárea a 50.000.
LA EXPANSIÓN NACIONAL DE LAS TRUFAS NEGRAS
Así, el trabajo con La Esperanza fue el punto de partida para que el nombre de Masbou comenzara a conocerse entre los incipientes truficultores argentinos.
Junto a esa empresa, ofrecieron varias charlas en Buenos Aires, que permitieron empezar a encontrar productores interesados en incursionar en esta alternativa productiva, y también hallaron casos de emprendimientos que plantaron hace cinco a siete años y no han obtenido resultados productivos positivos.
“Hoy ya estamos asesorando aproximadamente un 60% de los campos de Argentina donde se siembra trufa, teniendo en cuenta tanto los que comenzaron con nuestros plantines como quienes venían de antes con otros. Son unos 25 establecimientos”, precisó el especialista a Infocampo.
Estos proyectos están radicados en todas las regiones argentinas aptas para la trufa, que según Masbou abarcan cualquier territorio a lo largo y ancho del país ubicado entre Chubut y Tucumán, porque más al sur en la Patagonia hace demasiado frío, y más al norte o al nordeste demasiado calor.
¿El único requisito fundamental? Tener buena oferta de humedad, por lo que en la mayoría de los casos son emprendimientos que se ejecutan bajo riego por goteo.
“La Argentina es un país increíble, muy prolífico para truficultura. La gente es muy profesional con la agricultura y hay voluntad para regar. Casi la totalidad de los proyectos que evaluamos, encontramos viabilidad para la trufilcutura”, destacó Lionel.
DEL ANÁLISIS A LA “SIEMBRA” DE LAS TRUFAS NEGRAS
Sobre este punto, vale mencionar que su servicio es una suerte de “all inclusive” que comienza por un estudio de factibilidad: “Si la producción de trufas en el establecimiento no es viable, el asesoramiento no se paga y no les vendemos plantines, porque solo lo hacemos en aquellos casos en que van a ser viables”.
Luego, la segunda etapa es elegir el mejor plantín para el lugar entre las diferentes especies que se pueden utilizar: encinas, robles comunes, robels pubescens, carpe blanco o europeo (carpinus betulus) y avellanos, entre otras.
Por último, la tercera etapa es el plantado y el asesoramiento incluido durante los primeros tres años. El mismo es gratis online y se puede sumar adicionalmente la posibilidad de que Lionel visite el proyecto cada tres meses (está viajando hacia Argentina en ese lapso de tiempo), además de que ya está desarrollando también asesores locales para asistir a los productores.
Para Masbou, entre otras razones, la potencialidad de Argentina reside en su gran cantidad de superficie cultivable y en que un planteo de trufas puede permitir diversificarse, destinando apenas algunas hectáreas. Como se trata de plantaciones de árboles, se cumple también con un objetivo de sustentabilidad.
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En general, desde su punto de vista, conviene empezar con pocas (entre tres y cinco) y después, a medida que se logre éxito, se puede ir ampliando, pero no recomienda incursionar de movida en grandes superficies.
“No se necesita poner 50 hectáreas, sino cinco bien hechas, que van a producir mucho más que un campo grande”, remarcó. Además, se trata de un cultivo que por sus características demanda una gran inversión inicial, lo que también obliga a ser cautos en la decisión.
A raíz de las oportunidades que detecta en Argentina, Masbou está impulsando también una asociación nacional de truficultores, cuyos detalles se relatarán en otra nota en los próximos días.
LAS TRUFAS, LA PASIÓN DE MASBOU ENTRE OTRAS ACTIVIDADES
Como cierre, vale mencionar que Lionel es un verdadero todoterreno: en paralelo al negocio de las trufas sobre el que es completamente autodidacta (no tiene ningún título profesional vinculado a la agronomía, sino que ha construido todo en base a la experiencia), ha llevado y lleva adelante otras actividades empresariales.
La más llamativa: es rescatista, guía e instructor de montaña y ski en Los Alpes, y nada menos que en el Mont Blanc, el pico más grande de Europa.
Además, posee una empresa de helicópteros para el traslado de insumos (por ejemplo, lleva materiales de construcción a zonas montañosas de difícil acceso por otra vía que no sea la aérea), cría cerdos negros alimentados con castañas en 50 hectáreas de bosques, y encabeza una compañía que corta y poda árboles con cuerdas.
En medio de todo eso, está su campo de trufas de 20 hectáreas en Francia, donde todo comenzó, y el trabajo de asesoramiento para varios países. “Es que la trufa para mí no es un trabajo, es mi pasión”, concluyó Masbou.
Para más información, se pueden consultar las redes de Instagram: https://www.instagram.com/trufaslionelmasbou/ y Facebook: https://www.facebook.com/people/Trufas-Lionel-Masbou/61565554642892/?_rdr