“De 10 usuarios de cosechadoras que buscan un repuesto, 9 consiguen lo que vienen a buscar”, dice con plena seguridad, Hugo Plez (65), propietario y uno de los fundadores del mayor desarmadero de maquinaria agrícola del país.
Ubicado sobre la ruta 12, a pocos kilómetros de San Benito, Entre Ríos, el imponente predio luce como un verdadero “cementerio” de cosechadoras.
En este marco, no hay dudas que el emprendimiento de Hugo es referencia a la hora de conseguir autopartes de maquinarias.
Allí decenas y decenas de cosechadoras y tractores de diferentes marcas y modelos, descansan de una vida de trabajo, esperando ser donante de algún repuesto, para que otra pueda culminar su carrera en esta vida.
EL DESARMADERO DE COSECHADORAS EN ENTRE RÍOS
Actualmente, Plez, desarrolla esta actividad con el respaldo de sus tres hijos, Andrea, Paola y Juan, y el apoyo incondicional de su esposa Raquel, quienes lo acompañan desde siempre en el negocio, que desde hace poco tiempo pasó a ser una SRL.
“Mis hijos, desde chiquitos me acompañaron siempre, cada fin de semana recorríamos diferentes pueblos y localidades de Entre Ríos y provincias limítrofes para ver máquinas y comprarlas con el fin de stockearnos durante la semana. Por esa experiencia de recorrer los campos de argentina, la gente se va enterando del negocio y nos llaman de diferentes zonas”, dijo el emprendedor, quien además es un amante de las maquinarias agrícolas.
Hugo pertenece a una familia 100% relacionada con el campo. Sus padres habían incursionado en un almacén de Ramos Generales en la década del 60´, en el que además ofrecían combustibles y diversos productos que se demandaban en la época.
Este negocio, estaba ubicado muy cerca del lugar donde hoy funciona el desarmadero de maquinarias agrícolas y era el sustento familiar de sus padres, del que además él colaboraba junto a su hermano Sergio.
“Mi padre comenzó con la chatarra cuando éramos adolescentes. En ese momento, el precio de las naftas era el doble que el gasoil, y la gente le sacaba los motores nafteros a las cosechadoras más viejas y se los ponía a las camionetas. Así comenzamos a comprar algunas máquinas viejas para iniciarnos de lleno en esta actividad”, describe el entrevistado, recordando parte de nuestra historia como país agrícola.
Hugo cuenta que, al principio, a las cosechadoras que compraban las traían enganchadas detrás del camión, porque no había carretón. Hoy la situación es diferente. “Con el paso del tiempo el negocio cambio para bien”, reconoce.
“En la década del 90 comenzamos a acarrear las maquinas que adquiríamos en un carretón que fabricamos con mi hermano. De esta manera, el trabajo era más sencillo y seguro”, describió Plez, quien en sociedad con su hermano, avanzaron en el negocio, mientras también hacían fletes con camiones propios, para sumar ingreso extra a las familias.
“Recuerdo que en 2002 se comenzaron a quemar las máquinas más grandes, las más nuevas y desde entonces comenzaron a traer ese tipo de máquina a través de las compañías de seguro y comenzaron a venir de todo el país a comprar repuestos, porque no hay muchas personas que hagan este tipo de trabajo”, apuntó, dejando en claro el valor que tiene el negocio para muchos productores y contratistas del país, sin importar su escala.
DESARMADERO CON IMPRONTA DE MUSEO
A diferencia del común de los desarmaderos que existen en la Argentina, el que administra la familia de Hugo Plez no es uno más. Es que en él sorprende la cantidad de cosechadoras expuestas, de manera ordenada y selectiva, de diferentes marcas, modelos y capacidades.
“El secreto de un desguace es encontrar todo lo que se está usando, no sólo máquinas viejas que ya no se adoptan”, explicó. Sin embargo, en el extenso predio, existe una variada cantidad de maquinarias antiguas, de las que muchos restauradores intentan conseguir repuestos.
Pero además, los amantes de las cosechadoras, disfrutan de recorrer el territorio, encontrándose a su paso con máquinas de todas las versiones, que les recuerda el inicio de su vida como contratista o la nostalgia de haber sido su primera experiencia arriba de una máquina agrícola.
“Para los que aman los fierros este negocio es un verdadero shopping”, dice sin miedo a equivocarse Plez.
Es que cada semana hay un nuevo ingreso al predio, para no quedar obsoletos y poder cumplir así las necesidades de los productores y contratistas.
Hoy, el desarmadero de la familia Plez es un sitió único a nivel país y el lugar donde se entreteje la rica leyenda de uno de los sectores más apasionantes de esta rica argentina del trabajo.
Es sinónimo de esperanza y resiliencia, donde una máquina en desuso puede aportar su tecnología, los neumáticos y hasta un motor para que otra siga haciendo historia.