Entre las decenas de obras de arte, principalmente pinturas y esculturas que revisten el hall de ingreso al Hualta Hotel en la ciudad de Mendoza, puede verse un cuadro que muestra una iglesia antigua, rodeada por un río, al filo de un risco.
“Es la antigua iglesia de La Merced. La obra es de 1942 y es maravillosa, porque en esa época pasaba por debajo el zanjón por el cual llegaba el agua que viene del deshielo, prácticamente por el frente de la iglesia. Forma parte del arte mendocino de otras épocas, al que hay que rescatar”.
La pintura corresponde al paisajista Fidel de Lucía, nacido en Brasil en 1896, pero es un ícono de la pintura mendocina. Y la apreciación sobre esa pintura le pertenece a Julio Camsen, empresario de diversos rubros: vinos, hotelería, billeteras virtuales, gastronomía.
Pero Camsen también es productor de uvas y bodeguero. Y por si faltara algo, colecciona arte desde que salió de la adolescencia, un hobby que con los años se formalizó y encontró una causa, la de darle espacio y una suerte de refugio a los artistas de su tierra.
EL ARTE DE SER HOTELERO Y CREAR VINOS DE VANGUARDIA
Puede que entre las obras que se observan en todo el hotel el ejemplar de La Iglesia de La Merced no sea ni la de mayor valor monetario ni la menos costosa, pero algo la distingue: es a la vez un documento que grafica aquella Mendoza previa a ser una gran ciudad.
Y también puede que Camsen no lo note en su diaria de recibir invitados y agasajar visitantes, clientes, amigos, seres queridos. Pero cuando habla de esta pintura, la explica y la divulga, se detiene un rato más extenso que ante otras obras de arte para contar esa historia, una más entre todas las que se pueden conocer en el “Hualta Hotel Mendoza, Curio Collection By Hilton”, como su nombre formal lo indica.
Es lógica su dedicación: hay puntos de conexión personales entre la historia pintada por Fidel de Lucía y la de Julio Camsen.
“Hay una enorme cantidad de obras de arte de Mendoza que están en riesgo de perderse para siempre”, expresa, preocupado, mientras también se ocupa de que al equipo de Infocampo no le falte detalle por conocer en su visita a uno de los tres hoteles que posee.
El Hualta es un espacio “vecino” nada menos que de la cadena Sheraton, hoy el edificio más alto de toda la provincia. Ambos vestíbulos se comunican entre sí. Pero también está el desarrollo que Camsen busca continuar en su lugar predilecto en el mundo: su terroir de vinos en Gualtallary, desde donde provienen las preciadas uvas con las que vinifica en pleno centro mendocino.
Es que Julio Camsen es todo eso a la vez: la evolución de un joven que “regaba con tapones” la finca familiar de noche y mojaba su sombrero en la acequia en los días de sol entre los caminos preexistentes a la ruta del vino, y que hoy condensa aquel empuje con la dirección de una empresa con intereses económicos en la hotelería, la producción de vino y el rescate del arte mendocino.
HOTEL Y BODEGA
-¿Qué fue lo que pensaste a la hora de crear este lugar?
-Nosotros tenemos nuestro viñedo en Gualtallary, Tupungato, Valle de Uco, que es este el lugar emblemático desde donde traemos nuestras uvas. Y dijimos: “tenemos un hotel en el centro de la ciudad, ¿Cómo podemos hacer para que todos los visitantes de Mendoza puedan tener una bodega y tener esa experiencia y esa vivencia de poder hacer vino en el centro?” Entonces nos pareció interesante y nos propusimos en el equipo hacer una bodega aquí.
-¿Cómo está equipado?
-Tenemos una oferta hotelera de 350 habitaciones en donde nuestros huéspedes pueden tener esta vivencia de pasar y estar de una bodega, algo que hemos construido con su bodega respectiva. Además está La Cabrera, donde hay exquisitas carnes para poder disfrutar, que es una es una creación de Gastón Ribeira. Y la verdad es que estamos felices de tener este espacio en nuestra ciudad y en nuestro hotel, y que la gente en el mismo lugar pueda tener todas estas experiencias.
-¿El vino trae de la mano al arte o el arte trae de la mano al vino?
-Yo creo que todo está relacionado. El vino también es un arte porque hay tantas formas de hacer vino…y en nuestros en nuestros viñedos hay distintos terroirs, no hay uno solo.
-¿Cómo es tu viñedo?
-Cuando hablamos del viñedo nuestro en Gualtallary estamos hablando de un viñedo de suelos calcáreos, de suelos arenosos, de suelos arcillosos, de suelos volcánicos. Y de allí salen distintos tipos de uvas, pero todas las uvas que tenemos están exacerbadas en su color en los aromas. Estamos allí a 1400 metros de altura, lo que hace que tengamos un clima perfecto para poder tener unos taninos únicos. De hecho nuestro vino está premiado a nivel mundial y estamos sorprendidos. Como digo siempre: el mejor vino todavía no lo hacemos, porque está por venir.
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LA LLEGADA AL VALLE DE UCO
-¿Qué recordás de aquel desembarco en Gualtallary?
-Yo diría que la pasión por el vino viene de muy chico, porque mi padre y mi abuelo me enseñaron a amar la tierra. Cuando era muy chico al viñedo de mi abuelo y mi padre iba en bicicleta. Allí aprendí a regar, aprendí a apodar, aprendí a poder hacer un injerto, y de allí en más me quedó ese bichito en el alma de que era parte de las cosas que me hacían feliz. Entonces a medida que fui creciendo siempre fui en esa búsqueda y cuando llegó el momento dije ‘quiero tener mi propio viñedo’, y empecé a buscar lugares y encontré en este lugar en el Valle de Uco, un lugar especial para poder hacer nuestros mejores vinos.
-¿Y de quiénes te rodeaste?
-A eso sumémosle que tenemos un equipo de enología increíble, un equipo un equipo de agronomía maravilloso. Todos colaboraron para que hoy podamos llegar a decir tenemos el mejor tinto del mundo, tenemos el mejor malbec del mundo. Eso fue en el año 2021 y también en 2023. Estamos hablando de premios en catas a ciegas, cursos internacionales en Londres, en donde ya esto trasciende lo que lo que nos parecía que podía ser solamente tomar un vino.
-Decís que ‘hay algo energético’ en esa parcela. ¿Cómo lo describirías?
-Yo lo que me encontré cuando lo fui a visitar por primera vez es que era un campo salvaje prácticamente. Pero llegaba a ese lugar y notaba que algo pasaba dentro de mí y eso lo sigo sintiendo hasta el día de hoy.
-Pero nadie te había dicho nada…
-Absolutamente nadie me ha dicho nada, yo sentía que había algo especial. Hay un como una energía que la verdad que cuando yo salgo de la ciudad y visito nuestro viñedo en Gualtallary, cuando vuelvo estoy nuevo, impecable. Es decir que existe una energía diferente.
-¿El lote es el que te va ‘diciendo’ qué vino realizar o aplican allí lo que tenían planificado?
-Nosotros tenemos una planificación de qué es lo que vamos a plantar, esto no es una casualidad. Primero porque tenemos gente de la zona que ha experimentado algunos clones especiales de algunos varietales que nos parece que se han dado muy bien, probamos vinos de la zona y nos parece que vamos por un camino que ya tenemos predeterminado. Y en base a eso vamos haciendo ensayos que nos permiten llegar al mejor vino. Ahí elegimos el varietal, su forma de podarlo, la forma de vinificarlo y estamos experimentando permanentemente.
-¿Qué testimonios vas recogiendo de los huéspedes?
-Bueno, Mendoza tiene muchos atractivos, lógicamente el vino es uno de ellos también. Mendoza tiene muchos atractivos naturales, la nieve, el esquí, la posibilidad de hacer rafting, la posibilidad de tener y de probar los mejores aceites de oliva del mundo, una gastronomía única y una ruta gastronómica maravillosa, y tenemos nuestro propio camino del vino en donde están las más prestigiosas bodegas del mundo.
Además sostiene que hoy “Mendoza ya tiene una identidad a nivel mundial muy interesante” y que el trabajo de la Provincia en pos de tener una ruta aérea directa fue un gran impulso.
“Tener vuelos directos de otros lugares del mundo hace que nuestros visitantes puedan llegar fácilmente a esta ciudad“, afirma.
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AQUELLA MENDOZA
-Recordemos aquella Mendoza, cuando ibas a la finca de chico y tenías que regar de noche porque era más barata la electricidad.
-Ese era el Julio que mojaba el sombrero en la acequia, para poder refrescarse la cabeza cuando tocaban días muy soleados. A veces, se me hacía de noche y se me iban corriendo los tapones, entonces tenía que buscar bolsas de arpillera.
-¿Qué son los tapones, para el que no sabe de vitivinicultura?
-Son las bolsas con restos de tierra y arena que permitían que uno dirigiera el agua por algún lugar donde se necesitaba regar. Los sueños se han ido cumpliendo porque ahora ya no se riega más de esa manera y se hace por goteo. Nosotros tenemos una provincia maravillosa, pero somos una provincia donde hay emergencia hídrica, entonces tenemos que ser muy cuidadosos con el agua, la fuente que nos da vida fundamentalmente a todos los campos, que nos da vegetación y todos los productos que podemos sacar de este hermoso lugar.
LA ARGENTINA DE JAVIER MILEI
-¿Te esperanzan los tiempos que están corriendo o te dan incertidumbre?
–Estamos viviendo tiempos maravillosos que yo no pensé vivir nunca. Estoy escuchando un lenguaje, que es el lenguaje que me hubiese gustado escuchar de chico. Creo que están viniendo tiempos divinos y que tenemos muy buen futuro, y la verdad es que creo que vamos por el camino correcto. Me parece que este Gobierno que tenemos actual está haciendo las cosas bien.
“Creo que tenemos esperanza de mejorar y tenemos esperanza de que baje la inflación, tenemos esperanza de que baje la cantidad de gente tan humilde que tenemos, porque imagínense que nosotros producimos cuatro veces la cantidad de alimentos que necesitamos para nuestro país”, sostiene.
Y cierra: “Es decir, estamos sobrados de alimento, no puede haber gente que hoy esté pasando hambre en la Argentina. El camino es trabajar, el camino es tener esperanza, el camino es trabajar todos los días para que nos vaya mejor. Ese es el único camino que conozco, el que me enseñaron desde que era chico”.