Después de lo que fue la fatídica campaña 2022/23, con una producción agrícola de las peores en lo que va del Siglo XXI, con solo escuchar la palabra La Niña los productores encienden todas las alertas.
Por eso, generan una lógica preocupación los pronósticos que indican que este fenómeno, provocado por el enfriamiento de las aguas del Océano Pacífico Ecuatorial, retornará a partir de la próxima primavera.
Uno de los cultivos que inicia su siembra precisamente en esa estación es el maíz, y por eso la previsión climática fue uno de los capítulos que se abordó durante el Congreso Maizar realizado este miércoles en el Complejo Goldencenter, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA).
Allí, el director del Instituto de Clima y Agua del INTA, Pablo Mercuri, confirmó que La Niña es muy probable que se active en el ciclo 2024/25, pero a la vez trajo tranquilidad en que sus efectos no serían tan graves como lo fueron durante la temporada pasada.
LA NIÑA Y LOS FENÓMENOS OCEÁNICOS
En su disertación, Mercuri aclaró que, si bien siempre se mira al Océano Pacífico como principal factor para determinar las condiciones climáticas que pueden suceder en el futuro inmediato en Argentina, “no es un único océano el que lo define”.
De hecho, por ejemplo, recientemente un informe de la Bolsa de Comercio de Rosario señaló que el Dipolo del Océano Índico, conocido como “El Niño indio”, sería un factor que soplaría a favor de nuestro país en los próximos meses, compensando el efecto negativo de La Niña.
Asimismo, Mercuri mencionó la acción que suelen desarrollar los vientos provenientes desde la Antártida y que actúan como bloqueos o impulsos de humedad, de acuerdo a dónde se posicionen los centros de alta presión.
Por otra parte, recordó que el otoño es el período más incierto para los pronósticos de mediano plazo, y que empiezan a tener más certeza a partir de julio o agosto.
De todos modos, más allá de estas aclaraciones, reconoció que, en función de lo que se observa en el Pacífico Ecuatorial, parece haber “signos tempranos de una formación incipiente del fenómeno La Niña”, aunque acto seguido sostuvo que “sería de intensidad leve, cercana a valores neutrales o de corta duración”.
“Es probable que ocurra un evento La Niña, pero aunque por el momento es difícil estimar la intensidad que tendrá, inicialmente se veía intensa y ahora se acerca mucho más a los valores de la neutralidad”, enfatizó ante la audiencia convocada por la cadena del maíz.
LA NIÑA Y SU EFECTO SOBRE LAS LLUVIAS
De todos modos, sería inevitable que el fenómeno provoque su tradicional efecto depresor del nivel de precipitaciones, algo que se sentiría fundamentalmente en la primavera, que es el período en que usualmente suele afectar.
Esto no sería un gran problema para los cultivos de invierno, que están iniciando la campaña con un nivel de agua excelente, sino para la siembra del maíz y la soja.
No obstante, insistió en que hay que poner a esta nueva Niña en un contexto climático muy diferente a la que ocurrió en el ciclo 2022/23.
“En nuestra memoria de corto plazo fue catastrófica, pero hay que recordar que era la tercera Niña consecutiva. Ahora, el comportamiento tras un Niño es probable que sea muy distinto. Las Niñas que siguen a Niños no suelen ser las más intensas”, explicó Mercuri.
LA “PERSONALIDAD” DE LA NIÑA
Por último, Mercuri enumeró los rasgos de “personalidad” que tiene La Niña, como para recordar cómo es el comportamiento general del clima en años en los que ocurre este fenómeno:
- Lluvias más aisladas, locales, y de cobertura territorial desigual
- Incremento de los días entre lluvias
- Mayor siniestralidad por granizos, aunque con menor intensidad de las tormentas y menor tamaño de las áreas afectadas
- Olas de calor con menor humedad atmosférica, lo que eleva las tasas de evapotranspiración
- Mayor probabilidad de heladas agrometeorológicas
- Menor nubosidad, lo que implica mayor radiación
- Menor probabilidad y riesgo de anegamientos e inundaciones (aunque exista riesgo de lluvias locales intensas)
En este marco, el cierre de Mercuri estuvo apuntado a que los productores tomen y analicen todos los datos posibles para hacer una “agronomía de precisión”, que permita evitar daños por las variables climáticas.