Como sucede en múltiples profesiones, uno de los problemas que suelen vivir quienes estudian ingeniería agronómica o carreras afines, es la falta de oportunidades laborales o de un anclaje entre lo que aprenden académicamente y lo que se necesita “a campo”.
Lucas Amadeo es un joven que lo vivió en carne propia, pero no quiso quedarse quieto ante esa situación: creó una organización, “Jornaderos Agro”, que vincula a estudiantes de carreras vinculadas al agro con el mundo laboral del campo y la agroindustria.
Y sus intereses no son casualidad: vivió 15 años en Pergamino, una de las localidades agropecuarias por excelencia de la Argentina, donde creció en medio de una familia de agrónomos, lo que hizo que desde pequeño conociera y amara las tareas de campo.
Luego, tras recibirse en la UBA, vivió en Australia y al volver, fundó la organización junto a otros jóvenes soñadores.
Lucas es el nuevo protagonista de Tierra de Historias, la serie de podcast producida de manera integral por Profertil y conducida por el periodista Juan Ignacio Martínez Dodda.
A continuación, un resumen del capítulo que puede además escucharse completo en el canal específico de Spotify de Tierra de Historias o al finalizar la nota.
-¿Cómo fue tu infancia pergaminense?
-Tengo un muy buen recuerdo de lo que fue mi paso por Pergamino, porque al final creo que fue un paso. Nací y viví allí hasta los 15 años, y tengo muchas cosas que añoro de aquel entonces. Me crié a media cuadra del colegio, a no más de cinco minutos en bicicleta de todos mis amigos, a 20 minutos del campo de dos amigos, y con la posibilidad de vivir la vida rural muy rápido, muy cerca. También a 10 minutos del club de rugby, donde nos mezclamos con todo el mundo, amigos de toda la ciudad, de distintas provincias. Y después, un poquito más relacionado a mi vínculo con el agro, mi viejo ingeniero agrónomo, mi hermano más grande ingeniero agrónomo, me crie en un entorno tremendamente agroindustrial.
-¿Qué recuerdos te vienen si cerras los ojos y pensás en esa época?
-Tenía dos amigos que tenían campo y nos gustaba la vida rural. Entre los siete y los 10 años nos empezaron a dejar a ir a recorrer las vacas a la mañana, con los encargados o los peones y arrancábamos a las 5 de la mañana en invierno, de noche, nos vestíamos con bombacha y boina, en algún momento nos empezaron a dejar llevar nuestro propio cuchillo. Era agarrar los caballos, ensillar temprano, no había más que un mate caliente, que el desafío era no llorar cuando te quemabas con el agua del paisano que la tomaba hervida. Un primer momento en el que empezamos a ser independientes y nos probábamos ya como hombres.
-¿Olores, comidas, algún recuerdo en particular?
-Hay tres cosas que cuando vuelvo a los campos, porque mis amigos todavía los tienen, que me acuerdo mucho: una es el olor de la cosecha, principalmente de trigo, que también me recuerda a las giras con mi papá por Balcarce y Tandil, en la cosecha de forrajeras, y era un olor que me conectaba mucho con la naturaleza. Después como dije antes, el mate amargo caliente que pelaba, un sabor difícil de olvidar. Y por último en uno de los campos había un gran monte de eucaliptus y a las seis, siete de la tarde arrancaba la famosa batalla de los chimangos que cruzaban de lado a lado. Era sentarse a verlos y disfrutar.
-Creciste y en un momento llegó el turno de estudiar. ¿Por qué elegiste agronomía? ¿Había un plan B?
-Fue tan cantado y tan obvio, que me obligué a tener un plan B. No lo dudaba, me crie en ese entorno, lo disfruté mucho, admiré mucho a mi viejo, dónde terminó y lo exitoso que fue. Tenía 12 años y yo lo único que esperaba es que terminara el colegio para poder irme en la gira, y jugar a cuál es esa cosechadora que viene en la ruta y si le pifias a la noche comes mondongo. Conversaciones hermosas con mi viejo, desde muy chico; no solamente lo mamé, sino que lo disfruté. Entonces cuando empecé a pensar qué iba a estudiar, nunca lo dudé. Me gusta el campo, me gustan los animales, y pensé chef y veterinaria. Tuve una buena conversación con él y me dijo: la producción animal la vas a ver en agronomía, tenés que pensar si te gusta una clínica, si te gusta la medicina para ver si sos veterinario. En dos minutos dije agronomía y no lo dudé.
-¿Hubo algo de la carrera que te sorprendiera, que descubrieras algo nuevo que no imaginabas?
-Yo tuve una ventaja, que es que mi hermano Santiago estaba estudiando lo mismo, pero cuatro años delante de mí, entonces ya tenía toda la experiencia de cómo manejarse en la UBA, que en su momento me costó, casi me cambio a la UCA, pero mi viejo me convenció de seguir en la UBA. Y ahora vuelvo muy seguido, de hecho sigo vinculado. Precisamente Jornaderos Agro tiene que ver mucho con eso. Fue en un momento de mi vida mi segunda casa.
-Hablemos de Jornaderos: ¿Qué es? ¿Cómo surgió? ¿Qué veían ustedes qué faltaba?
-Es una organización que agrupa a estudiantes de carrera vinculadas al agro para conectarlos con la realidad agropecuaria y con los empresarios mientras estudian. Básicamente, sacamos a los estudiantes de las aulas y los conectamos con la realidad de las empresas para mejorar su formación y las oportunidades de trabajo. ¿Cómo surgió? Creo que nunca lo conté, pero venía casi un año y medio atrasado en la Facultad y una camada de amigos de abajo me pasó como colectivo lleno. Venía trastabillando, con materias que me iba mal, pero no dudaba en que quería ser agrónomo, quería ser un destacado como mi viejo. Entonces entendí que no solo tenía que estudiar el doble, sino también empecé a buscar formar de armar mi marca personal. Y al tiempo pensé que lo mejor que podíamos hacer, y que me motivaba mucho, era aprovechar la red de contactos que tenía y que tenían los otros cofundadores de Jornaderos, para lograr algo que la facultad no nos estaba dando. Acceder a empresas de punta que muchos eran amigos o que tenía a los dueños a cuadras de mi casa. Fue una oportunidad de salir del aula para mejorar nuestros conocimientos prácticos. Éramos 12 en 2015 y pasamos muy rápido a ser 200 en cinco universidades en 2019, y en 2021 armamos el portal digital que hoy tiene 3.400 usuarios de toda América Latina. Y en el 2023 volvimos a armar planteles, capitalizamos el portal digital, incorporamos a Luis Urriza, armamos un staff y un programa de empresas comprometidas, y hoy somos una red de jóvenes protagonistas del agro, que tiene muy clara la oportunidad y la necesidad de que una organización como la nuestra crezca, se potencie y solucione muchos de los problemas que tiene el agro sobre todo en términos de vinculación entre generaciones.
-¿Cómo es la dinámica hoy para algún joven que esté estudiando alguna carrera fin a los agronegocios?
-Jornaderos Agro tiene dos grandes áres: una es la organizacional que es todos los planteles de jóvenes que se agrupan mediante una metodología y que básicamente hacen por mes dos cosas: una es una jornada a campo, que van y visitan empresas agropecuarias con una metodología en la que ellos le dejan una devolución al productor; o sea, buscamos que los dos ganen, que el productor que te abre la puerta también de repente de repente se lleve algo. Y la segunda son encuentros motivacionales en los que invitamos a un productor a que vengan a contarles a los chicos por qué se quedaron en Argentina, qué hicieron y por qué deberían apostar por nuestro país. Motivarlos, básicamente. Y después la otra gran área es el staff, que es el grupo de personas que está a disposición de los jóvenes, que facilita el vínculo con las empresas, que firma convenios, por ejemplo con la Fundación Barbechando para mejorar la inserción de los jóvenes en la política. Y ahora una idea es que si estoy en Tucumán, Salta, La Pampa o Río Cuarto, y me quiero sumar, estamos terminando de pulir un portal digital que permita hacerlo de manera sencilla, para poder escalar y ampliar nuestra inserción en el sector empresarial productivo.
-Al tener contacto con muchos jóvenes. ¿Cómo los ves? ¿Qué cosas te entusiasman o preocupan de las nuevas camadas?
-Tengo una mirada más micro, optimista; y una más macro, que es más preocupante. Empiezo por la macro: el mundo del trabajo en todas las industrias cambió radicalmente, hoy no hay fronteras sobre todo geográficas, el nivel de oportunidades que hay para alguien que está insertándose en el mercado laboral es inmenso. Entonces la competitividad es cada vez más grande: una persona puede estar trabajando desde Merlo para Australia o para Dinamarca con una computadora cuatro horas por día y ganar más para que alguien que hace 2.000 kilómetros por día y trabaja 12 horas. Eso hace que las empresas tengan que trabajar mucho en la frustración, la falta de sentido de pertenencia, en luchar contra esa sensación de que uno se puede quedar en su casa y ganar igual o más. Y si a eso le sumamos una Argentina difícil, que no ayuda, que no avanza, que no logra estar a la altura de otros países del mundo, y encima el sector agroindustrial argentino no tiene el mejor marketing del mundo, porque muchos piensan que el campo es vacas tractores y tirar una semilla que nazca… Pero en la micro, el agro argentino necesita muchos profesionales y muchos están dispuestos a hacer gran parte del cambio, que quieren dejar de ser víctimas y ser protagonistas. Hay gente a la que esta Argentina le rompe soberanamente la cabeza, que no la quiere, que no la elige, pero que tampoco se quiere ir, y eso es lo que logramos en cierta manera hacer con Jornaderos. Es juntarlos, generarles entornos para que se den cuenta que pueden ser protagonistas de sus vidas. Les generamos herramientas y los ponemos en entornos desafiantes, y en experiencias que los ponen a prueba todo el tiempo, para que al final se den cuenta que pueden ser protagonistas de una Argentina distinta, de un sector distinto, de una vida distinta. Cuando alguien me dice que los jóvenes no se comprometen, que se quieren ir, les pido que me lo demuestren con casos concretos. Hace ocho años que me cabeza permanentemente está puesta en cómo hacemos para que más jóvenes se queden, apuesten y transformen el país.