Semanas atrás, lo que había comenzado como un rumor decantó en su confirmación desde la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca: que Claudio Dunan sería el nuevo presidente del Inase en tiempos de Javier Milei como presidente.
El paso siguiente, que se dio esta semana, fue su nombramiento formal en el cargo, en el Boletín Oficial. Y desde la dirección del Instituto Nacional de Semillas abogó por darle una fuerte impronta al desarrollo genético en la materia.
“Hoy nuestro país ha perdido competitividad en relación a otros productores de alimentos, inclusive a nivel regional”, se lamentó.
Como horizonte de su gestión al frente de Inase Dunan se propone trabajar en la modernización y accesibilidad de procesos de trabajo y servicios al usuario, en el fortalecimiento de la red de Laboratorios y en la presencia territorial del Instituto con miras al fortalecimiento de la fiscalización.
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“Es fundamental trabajar para dotar al sector de herramientas que impulsen la innovación y el desarrollo de nuevas tecnologías no solo para los principales cultivos exportadores sino también para las economías regionales, fruticultura, legumbres, horticultura, algodón, forestales”, señaló.
Además, Dunan destaca el valor estratégico del germoplasma como el primer eslabón de una bioeconomía competitiva, que demanda contar con nuevas tecnologías que permitan afrontar los desafíos de seguridad alimentaria, cambio climático e inclusión social que tensionan los modelos de producción actuales.
En ese sentido, remarcó la importancia de contar con “una genética en constante desarrollo, que acompañe las necesidades productivas de nuestro país y se adapte a las diferentes realidades regionales”.
“Eso requiere de una actualización hacia una legislación de propiedad intelectual más sólida, que favorezca las inversiones en desarrollo y mejore la productividad por hectárea”, destacó.
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EL CAMINO DEL NUEVO PRESIDENTE DEL INASE
Dunan es Ingeniero Agrónomo de la Universidad de Buenos Aires, donde obtuvo su Ph.D en Ecología de Malezas en Colorado State University (1993) y su Doctorado en Administración de Empresas en la Universidad del CEMA (2021).
Entre 1990 y 1996 fue docente e investigador en Colorado State University, en el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA), en la Universidad de Padova, Italia, y en Lousiana State University.
Actualmente, es uno de los coordinadores y docentes de la Diplomatura de Bionegocios de la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional de Buenos Aires (FAUBA).
En la industria ocupó entre 1996 y 2012 el puesto de Gerente General en tres empresas multinacionales de agroinsumos: Zeneca (hoy Syngenta), Makhteshim-Agan (hoy Adama), y Síntesis Química (Punjaab Chemichasl).
Tiempo después, fue uno de los 23 socios fundadores de Bioceres y se unió a la empresa en 2012 como Director de Estrategia, en la que trabajó hasta finales de 2023.
UPOV 91: ¿LA PRIMERA BATALLA EN SEMILLAS?
Días atrás casi toda la Mesa de Enlace protestó por la buscada inclusión de Argentina en el programa UPOV 91, con la idea de proteger el uso propio de semillas por parte de los productores.
Fundamentalmente la Federación Agraria Argentina (FAA) y Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) sostienen la posición, pero contaron también con el apoyo de la Sociedad Rural Argentina (SRA), que firmó el comunicado conjunto en rechazo a esa propuesta gubernamental.
No fue así la elección de Coninagro. Su presidente, Elbio Laucirica, lo explicó en Infocampo: “No habría ni perjuicios ni beneficios para el productor, y por otra parte, sí habría beneficios para acceder a mercados de exportación”.
A su vez desde el Gobierno remarcaron la posición y argumentaron en pos del programa.
“Adherir a UPOV 91 significa el acceso a la mejor tecnología genética disponible para todos los productores. Permitirá que el productor argentino acceda a la mejor tecnología genética del mundo, que es clave para incrementar la productividad y nutrición de los cultivos, los saldos exportables y la resiliencia de los mismos frente a la creciente volatilidad climática”, apuntaron.
Según entienden, esta adhesión daría impulso al desarrollo genético en cultivos tales como arvejas, lentejas, garbanzo, lechuga, tomate, maní, porotos.
“Respecto a la extensión de los años de protección, hoy Argentina cuenta con una protección mayor a la establecida en el acta de 1978 que implica el plazo de 20 años para todas las especies, lo único que se ampliaría con la adhesión a UPOV 1991 sería 5 años para árboles y vides que se determinaría en 25 años, el resto permanecerá igual”, explicaron desde el Gobierno.
En el proyecto de Ley Ómnibus, Sección II “Adhesión a Convención”, el artículo 241 propone: “La República Argentina adhiere a la Convención Internacional sobre la Protección de Nuevas Variedades Vegetales (UPOV), ACTA 1991”. En el presente, nuestro país ya se encuentra adherida a UPOV ACTA 1978.