Según la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid), la demanda de alimentos producidos de manera amigable con el ambiente va en aumento, impulsada por una población muy preocupada por los efectos del cambio climático.
De allí a que se esté transitando una transformación en los métodos agrícolas, en la que talla con fuerza el uso de insumos biológicos o bioinsumos, ya que ofrecen soluciones innovadoras para los desafíos actuales.
Por ello, la Red de Nutrición Biológica de Aapresid lidera diferentes talleres que permiten debatir las variantes que presenta esta tecnología en el agro argentino.
“Frente al aumento de resistencias a los principios activos tradicionales, a la escasez de nuevas moléculas y una mayor presión ambiental, el rol de los biocontroladores toma protagonismo”, advierte en una de las ediciones de los talleres virtuales de la Red, el especialista y docente de la Unnoba, Gustavo Gonzales Anta.
El experto en bioinsumos, declaró que estas herramientas “ofrecen soluciones biológicas eficaces y sostenibles”, adaptadas a condiciones variables para reducir la presión de plagas en los cultivos.
CONTROL DE ENFERMEDADES
Puntualmente, en relación a los biofungicidas: un espectro específico de biocontroladores destinado al control de enfermedades, hay un desafío enorme por explorar.
Se trata de sustancias antimicrobianas, enzimas y compuestos bioquímicos producidos por microorganismos que ayudan a controlar enfermedades en cultivos.
“Los biofungicidas cuentan con una ventaja clave que los diferencia, y es su capacidad para instalarse en la rizósfera, mantenerse vivos y seguir produciendo biomoléculas a lo largo del tiempo, esto asegura eficacia de control prolongada”, contó Gonzales Anta.
A su vez, la enorme diversidad de sustancias antimicrobianas, enzimas y compuestos bioquímicos ofrecen un arsenal amplio que ayudaría a mitigar el efecto de las adversidades con menos riesgo de aparición de resistencias.
Como si todo esto fuera poco, productos como derivados de Bacillus o Trichodermas estimulan el crecimiento vegetal y la producción de metabolitos como el ácido acético, que aumenta la solubilización de fósforo y zinc.
De esta manera también ayudan a que los cultivos manifiesten un mejor desarrollo y toleren mejor situaciones de estrés como falta de agua.
“Los biofungicidas cuentan con una ventaja clave que los diferencia, y es su capacidad para instalarse en la rizósfera, mantenerse vivos y seguir produciendo biomoléculas a lo largo del tiempo, esto asegura eficacia de control prolongada”, contó Gonzales Anta.
Particularmente en soja, según el experto, este tipo de funciones microbianas ayudan mucho a reducir el efecto etileno y extender el periodo de supervivencia de la planta.
“Al contar con una biomasa activa durante más tiempo, sobre todo los estados reproductivos, la removilización a grano aumenta, impactando positivamente en el rendimiento”, dijo en la charla.
BUSCANDO LA ESTABILIDAD
Al tratarse de productos innovadores, todavía enfrentan desafíos en términos de desarrollo y aplicación a campo.
Por un lado, es un reto lograr productos con estabilidad genética, seleccionar organismos con alta capacidad de crecimiento, compatibles con otros productos, de fácil aplicación y que no corran riesgo de convertirse en potenciales nuevas plagas para el cultivo.
Pero además, habrá que asegurarse de que los organismos seleccionados para conformar estos biocontroladores no produzcan metabolitos tóxicos que puedan afectar al cultivo o trasladarse hacia adelantar en la cadena de elaboración de alimentos.
En cuanto a la aplicación a campo, por su parte, estos bioinsumos implican un cambio de paradigma en el abordaje de los sistemas de producción, incorporando conceptos como el de ‘microbioma’, es decir, entendiendo el conjunto de interacciones que se dan entre las comunidades de microorganismos con el entorno, como puede ser el suelo.
Por otra parte, en relación a Bioestimulantes y Biofertilizantes, se muestra un marcado impacto en los rindes luego de su adopción en soja y maíz, mediante tratamientos de semillas o bien sobre aplicaciones foliares.
Si bien esos resultados fueron muy heterogéneo según el sitio y no pudieron observarse tendencias claras, la dureza de la campaña 22/23 en términos climáticos, permitió detectar algunos patrones de funcionamiento de estas tecnologías como mitigadoras de los daños por estrés abiótico ocasionados a los cultivos.
Por ese motivo, el desafío sigue centrándose en profundizar las investigaciones para aclarar el panorama de un nuevo concepto que tiende a revolucionar la industria de los insumos en el mundo.