En el marco de un mundo que demanda sistemas productivos cada vez más sustentables, principalmente en lo que refiere a la dimensión ambiental, la bioeconomía juega un rol clave.
Así lo entiende Agustín Torriglia, un joven “sub 30” oriundo de Río Cuarto (Córdoba), que tiene una larga trayectoria familiar en el campo y que actualmente es el responsable Técnico de Desarrollo de la Chacra Bioinnova de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid), antes denominada Chacra Agregado Valor en Origen (AVO).
Desde su punto de vista, “la Argentina tiene una oportunidad abismal para lograr generación de valor agregado en el marco de la bioeconomía”, lo que “decanta en desarrollo de los pueblos y ciudades del interior”.
Estos fueron algunos de los conceptos que vertió en una nueva entrega de la serie de podcasts Tierra de Historias, una producción integral de Profertil, conducida por Juan Ignacio Martínez Dodda, de la que se presenta un extracto a continuación y que se puede escuchar completa en el canal específico de Spotify o al finalizar la nota.
-¿Cuáles son tus recuerdos de una infancia rural?
-Mi papá se dedicaba al gerenciamiento de empresas agropecuarias y así fui ‘mamando’, por decirlo de alguna manera, la relación con el campo y la agroindustria. Nací en Río Cuarto, pero viví en General Deheza, General Cabrera y en Brasil, siempre en lugares que estaban muy relacionados con el agro. En ese camino, recuerdo haber acompañado mucho a mi papá, por ejemplo ir hasta a criaderos de cerdos.
-Con el paso de los años llegó el momento de estudiar y te decidiste por agronomía. ¿Por qué esa carrera? Y también saber si hubo algo que te sorprendió de la misma.
-Siempre tuve en mi cabeza la idea de desarrollarme en la actividad agropecuaria, pero no solo me interesaba la parte productiva, lo que ocurre tranqueras adentro, sino el potencial del país para transformar esa producción y agregarle valor. Cómo esos procesos desencadenan generación de trabajo en sinergia con el campo, que es algo que surge también de haber vivido en distintos lugares en los que la actividad agropecuaria decanta en el desarrollo y crecimiento de las ciudades. En definitiva, la agronomía fue algo que siempre me gustó y entusiasmó, recuerdo que le preguntaba muchas cosas de la actividad a mi papá, y de una u otra manera terminé estudiando.
-Tu primera experiencia laboral, ¿cómo fue? ¿Qué miedos, dudas o sensaciones tuviste?
-Y, uno se siente por ahí inseguro de poder cumplir el papel, la responsabilidad, pero lo afronta con la actitud de creer en uno mismo. Porque también se trata de eso, de decir, ‘estoy acá’, y tener la suficiente confianza para afrontar y poder cumplir en tiempo y forma la responsabilidad. También es importante la amalgama de dar los primeros pasos y tener la oportunidad de equivocarse, porque hay alguien al lado, un jefe o un compañero de trabajo, que te banca para que puedas avanzar y hacer experiencia. Es muy importante.
-Hablando de amalgamar, ¿cómo ves la amalgama generacional entre jóvenes como vos, sub 30, y quienes tienen 50 o más, con otra historia y caminos recorridos?
-En la agronomía se pueden ver intereses muy diferentes, pero hay una relación más estrecha, un ida y vuelta, no esa relación tan vertical que podía ocurrir hace 30 o 40 años, sino más horizontal, colaborativa, de aprender de la experiencia del otro. Y hay que practicar la tolerancia también, todos los días.
-¿Ves que, también con el aporte de la tecnología, las diferentes generaciones están más abiertas a crecer y avanzar juntos?
-Sí, sobre todo por el conocimiento que hay que en el Siglo XXI. Leí un estudio del MIT de que hace 150 o 200 años, el conocimiento se duplicaba cada 60 o 70 años, y ahora en algunas aristas como la química, se duplica cada 70 u 80 días. Entonces esa capacidad y curiosidad de aprender, desaprender y reaprender nuevamente es algo que hay que tener toda la vida, y entender qué nos rodea.
-Específicamente, ¿qué tecnología de insumos o procesos te llama más la atención?
-En tecnología de procesos, obviamente el sistema de siembra directa que promovemos desde Aapresid, que no solo minimiza la técnica de no remoción del suelo, sino que es mucho más amplio. Al conocer la capacidad productiva o la carga ambiental de un lote, se pueden aplicar un sinfín de técnicas que van más allá de no remover el suelo. Es una intensificación ecológica y sustentable, por dos cuestiones clave: que el suelo tenga la mayor cantidad de tiempo cobertura, ya sea vía cultivo de renta o de servicios; y que haya diversificación; es decir, rotaciones de cultivos, gramíneas y leguminosas. Esos son conceptos claves. Y siempre adaptándose las condiciones edafoclimáticas de cada zona en particular, todo para masificar la producción y optimizar los ambientes. Después, cada día que pasa hay más sensores que miden cualquier cosa que imaginemos. Leí un informe que detalla que la inversión en inteligencia artificial aplicada al agro fue un billón de dólares en 2020, y alcanzará 4 billones en 2026. En seis años cuatro veces más. Pensemos cómo disruptivamente eso va a significar tranqueras adentro y a lo largo de la cadena, cómo la agricultura digital nos va a servir para tener mayores capas de información, conocer lo que ocurre en nuestro sistema y también ser más eficientes; tener el mejor conocimiento agronómico para la mejor fecha de siembra, para la necesidad adecuada, para en qué momento aplicar, en qué momento fertilizar, en qué cantidad, dónde.
-Hay un tema importante que es la comunicación y la brecha campo ciudad. ¿Qué crees que pueden aportar los jóvenes en esto?
-Primero una opinión propia: no creo en esa dicotomía del campo y la ciudad que nos han instalado. Diría más bien que es algo más sociológico, político, económico. No veo una dicotomía real; no hay una brecha, porque de una u otra manera toda la estructura de las ciudades del interior está en estrecha colaboración con el campo. Tenés al profesional que vive en el pueblo y lleva al campo el verdulero, al contador; es decir, termina decantando en el desarrollo de los pueblos y ciudades. Y también incide lo que veníamos hablando del avance del conocimiento: vamos a tener un montón de profesiones que no nos imaginamos en colaboración con la actividad agropecuaria; por ejemplo, un arquitecto que haga paisajes multifuncionales en el campo. Entonces, cada día tenemos más relación con otras profesiones. Pensemos el científico de datos que de una otra manera va a desarrollar un software o va a mejorar la cantidad de datos que generamos tranqueras adentro. Pero después sí hay un condimento más bien político, instalado en último tiempo, pero no hay que dejar que nos implanten ese chip, porque esa dicotomía, en mi opinión, no está.
-¿Qué desafíos y sueños tenés de cara al futuro?
– Uno aspira a crecer todos los días profesionalmente. Obviamente, que todavía seguir capacitándome y si sale la oportunidad de hacer algún tipo de posgrado. Pero también uno siempre aspira a ser mejor persona.
-¿Pensaste como muchos jóvenes ir a afuera del país a hacer algo y volver, por ejemplo, con algo que te guste como el agregado de valor?
-Lo veo como una alternativa totalmente válida, que me gustaría, pero con la perspectiva también de volver y decantar todo ese conocimiento, en mi país. El tema valor agregado es algo que me encanta, con la proyección que tiene el país, es lo que estoy trabajado en la Chacra Valor Agregado de Aapresid, porque Argentina tiene una oportunidad abismal para lograr esa generación de valor agregado en el marco de la bioeconomía, porque tenemos la biomasa que es el insumo clave, a lo largo y ancho del país. Lo que tenemos que buscar es cómo generamos ese valor o cómo lo capturamos, y después termina decantando en el desarrollo y el crecimiento de todas las ciudades. Obviamente que también dependerá de muchas cuestiones de contexto nacional. Quizá eso no dependa mucho de nosotros, pero tenemos que también dejar nuestro granito de arena para que las cosas se reviertan y lleguen a buen puerto.