En las últimas semanas, entre uno de los tantos problemas que aquejan a los argentinos en general y a los productores agropecuarios en particular, los faltantes de naftas y de gasoil se pusieron a la cabeza de las preocupaciones.
Y si bien es un obstáculo que ya comenzó a solucionarse, no deja de ser un inconveniente que resurge de manera recurrente en Argentina y que podría volver a impactar a corto o mediano plazo.
En ese marco, los investigadores Juan Manuel Garzón y Franco Artusso, del Instituto de Estudios (IERAL) de la Fundación Mediterránea, realizaron un interesante cálculo: ¿Cuántos litros de gasoil necesita el campo en la campaña 2023/24 para no sufrir problemas?
LA DEMANDA DE GASOIL DEL CAMPO
Para responder esta pregunta, los economistas se basaron en un escenario productivo de 136,5 millones de toneladas, con un crecimiento del 50% respecto al ciclo anterior, teniendo en cuenta los siete principales cultivos de Argentina: soja, maíz, trigo, sorgo, cebada, girasol y maní.
Teniendo en cuenta el área a sembrar para cada uno y un parámetro de consumo promedio de gasoil (litros por hectárea), “se estima que producir la cantidad de granos antes mencionados estaría requiriendo de unos 957 millones de litros, un promedio de 23,1 litros por hectárea trabajada (que se insumen en la siembra, cosecha, laboreos varios, movilidad interna y transporte de los insumos)”, señalan Garzón y Artusso.
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A esto hay que sumar la logística necesaria para llevar a esos granos a los puertos, con una distancia media entre los distintos orígenes argentinos de 700 kilómetros, ida y vuelta.
Contemplando, además, que el 90% de la producción argentina va hacia las terminales portuarias vía camión, esto significa unos 1.146 millones de litros de gasoil adicionales.
“En suma, la producción y el transporte de granos insumirán unos 2.103 millones de litros de gasoil en esta campaña 2023/2024, un flujo muy importante de combustible, siendo por tanto clave que el actual y el próximo gobierno garanticen un abastecimiento normal de este insumo y despejen cualquier duda que se pueda haber generado en estos días, respecto que se trata de una situación que no volverá a producirse en ninguna región del país y en ninguna de las etapas del ciclo productivo y comercial de los granos”, mencionan los investigadores.
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¿ESTÁ BARATO O CARO EL GASOIL?
Por otro lado, el informe también intenta esbozar alguna causa que explique la situación de desabastecimiento de gasoil y nafta, y considera que un factor que inevitablemente hay que observar son los precios.
En el caso del gasoil, más allá de que haya venido aumentando con grandes saltos, Garzón y Artusso subrayan que está barato en relación a la inflación y a su valor en los países limítrofes, y que eso puede actuar como un desincentivo tanto para su producción como para su importación.
“El desabastecimiento de gasoil (y de naftas) producido en la última semana obliga a un análisis de la dinámica que viene mostrando el precio de este combustible en lo que va del año y anteriores, a los efectos de determinar si el faltante puede tener que ver, entre otras posibles razones, con un precio de mercado que se encuentra por debajo del valor real del producto”, explican los autores.
Un dato significativo, por ejemplo, es que el precio promedio de setiembre de $ 338 por litro (zona central del país) es el valor más bajo de los últimos 20 años, a precios ajustados por inflación interna.
Como para tener una magnitud del retraso del precio, está 18% más bajo en términos reales con respecto a diciembre del año pasado.
“Dado lo puntualizado, no sorprendería si se sale del desabastecimiento con precios más altos”, resumen los economistas.
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EL GASOIL EN LOS PAÍSES LIMÍTROFES
Sobre este tema, vale recordar que al ser un bien transable y su precio depender del valor internacional del barril de petróleo, la lógica indica que no debería haber mucha diferencia entre los precios internos de los combustibles (medidos en la misma moneda) con mercados funcionando en libertad y en competencia, en distintos países.
Sin embargo, las constantes intervenciones en Argentina hacen que, medidos a tipos de cambio libre, los precios de los combustibles en la tercera semana de octubre estuvieran aquí a un 31% del promedio de los países vecinos.
Dicho de otro modo, por cada litro que carga un paraguayo o un brasileño en su país, en Argentina carga tres. De ahí las largas colas que se observan en pasos fronterizos de automovilistas de otros países, intentando comprar combustible a un valor inferior al que consiguen en los suyos, lo que “también es un factor desestabilizador del mercado, que genera malos incentivos en el funcionamiento de la cadena”, advierten Garzón y Artusso.
Como corolario, mencionan también que la no liberación de dólares oficiales para importar combustibles obliga a las petroleras a tener que recurrir al mercado libre de divisas, que tiene un tipo de cambio que más que duplica al oficial y que contrasta con precios internos frenados.
Así, si no se permite subir más en el mercado doméstico, las empresas no pueden compensar el mayor costo de pagar divisas más caras y por eso también surge el desabastecimiento.
“En los mercados regulados por el gobierno, que no tienen la libertad para autodeterminar sus precios de venta, la respuesta de las empresas a este escenario de incertidumbre difiere al de los mercados libres, en los mercados controlados es de esperar que las operaciones directamente se paralicen (importaciones en este caso), lo que se conoce habitualmente como el ajuste vía cantidades”, explican técnicamente Garzón y Artusso.