En el camino que está buscando la producción agropecuaria hacia argentina hacia una mayor sustentabilidad, para un experto en suelos no se puede obviar el sendero de la microbiota o microbioma; es decir, la comunidad de microorganismos (hongos, bacterias, actinomicetos y protozoos) que los habitan.
Se trata de Luis Wall, un doctor en Ciencias Bioquímicas, investigador del CONICET y profesor titular de la Universidad Nacional de Quilmes que brindó la charla “Microbiota, recuperación de suelos y polifenoles” en San Juan y en Mendoza, destinada a productores, técnicos, estudiantes y referentes de importantes bodegas y empresas agrícolas de Cuyo.
Como parámetro sobre la importancia de explorar la microbiota, Wall recordó que, después de las plantas, el segundo mayor reservorio de carbono del planeta son las bacterias.
“El carbono del planeta está en las plantas y en los microorganismos. Por eso cuando hablamos de captura de carbono para revertir los efectos del cambio climático, hay que pensar también en la microbiología”, resumió.
LA MIRADA EN LA MICROBIOTA
Wall estudia desde 1984 las interacciones entre plantas y organismos, explorando las rutas del suelo para develar cómo funcionan los lenguajes de la naturaleza.
“El suelo es un reservorio enorme de diversidad biológica donde estamos acostumbrados a ver la fauna; pero desconocemos otra parte esencial que es la microbiota”, subrayó.
En ese punto, sorprendió al mencionar que en apenas un gramo de suelo –el equivalente a una cucharadita de té– viven 10.000 millones de microorganismos y entre 100 y 200 metros de filamentos de hongos.
Lo bueno, según Wall, es que “hoy los podemos estudiar gracias a la tecnología que nos permite aislar el ADN y así descubrir una gran parte de la biología que antes era desconocida para la ciencia”.
¿PARA QUÉ SIRVE LA MICROBIOTA?
Avanzando en su disertación, Wall explicó las funciones de la microbiota, indicando que esta gran comunidad de microorganismos es capaz de transformar la materia, de generar estructura y de establecer redes de interacción.
“Así como las redes sociales de interacción humana, lo que se ha podido establecer es que cuando un suelo tiene un desarrollo microbiológico con mayor conectividad se convierte en un suelo más resiliente, que captura más carbono y es más productivo”, continuó el especialista.
Por eso, sugirió que a la hora de tomar decisiones productivas, para medir y controlar la salud del suelo hay que manejar el microbioma, sumando como herramientas los bioinsumos (prebióticos y probióticos) y las distintas posibilidades de manejo agronómico.
En el caso específico de la actividad vitivinícola, comentó que “existen estudios recientes que muestran que el microbioma de un viñedo, muy asociado al famoso concepto de terroir, se organiza no solo geográficamente sino también por el manejo y por las comunidades microbianas de los suelos”.
“De alguna manera, la microbiología del suelo termina impactando en la microbiología de la fruta y eso va a terminar incidiendo en la calidad del vino”, sentenció.