En el marco de la Exposición Rural de Palermo 2023, se realizó una nueva entrega de los premios CITA (Centro Internacional de Innovación en Tecnología Agropecuaria) y en la categoría “Agricultura orgánica”, el ganador fue un innovador desarrollo de un insumo biológico.
Se trata de Esten 80, un bioinsecticida – acaricida de la empresa tucumana Tensac, formulado a partir de ingredientes de grado alimenticio, siendo el azúcar el principal componente; que se distingue porque es fácilmente biodegradable, no deja residuos, no es tóxico para insectos polinizadores, no genera resistencia en plagas ni tampoco riesgos de fitotoxicidad en los cultivos.
Además, “está certificado para agricultura orgánica, promueve la productividad y calidad de los cultivos, y contribuye a la seguridad alimentaria, preservando el medio ambiente”, indicaron desde la compañía.
En concreto, está avalado para orgánico en Argentina y por los sellos internacionales UE-IFOAM, JAS-JAPON, SUIZA Y NOP-USDA.
LOS BIOINSUMOS Y LA AGRICULTURA ORGÁNICA
Para Tensac, haber recibido este premio “representa un gran orgullo para todo el equipo que día a día hace que esto sea posible”, porque “este premio representa una forma de revalidar el camino que elegimos hace muchos años atrás, cuando los cofundadores Gregorio Katz y Luis Aralde, ambos ingenieros químicos, decidieron incursionar en la química bio como alternativa a los productos químicos convencionales derivados del petróleo, en búsqueda de una producción eficiente, pero sustentable”, continuaron.
Y agregaron “Este premio reafirma que venimos por el buen camino en lo que refiere a toda nuestra propuesta, y nos entusiasma a seguir desarrollando nuevas soluciones y productos para un mundo cada vez más demandante de producciones limpias y procesos productivos que tengan como eje central el cuidado del medio ambiente”.
Vale mencionar que Esten 80 surgió tras años de investigación donde los investigadores de la compañía detectaron que, a partir de la molécula de azúcar, era posible desarrollar un bioinsecticida capaz de controlar múltiples plagas, sin producir daños sobre los cultivos, y permitir así obtener frutas y hortalizas libre de residuos fitosanitarios.
El proceso comenzó entre los años 2007 y 2008, cuando desarrollaron el primer prototipo que se fue ajustando en función de los ensayos a campo, hasta llegar al producto actual –se registró en 2010 y se lanzó en 2013– que tiene un amplio espectro de acción contra plagas, en más de 20 cultivos diferentes, con un promedio de control del 85%.
Más allá de su aporte a la agricultura orgánica, hoy en día es muy utilizado para cultivos convencionales pero que tienen mercados muy exigentes en relación a los Límites Máximos de Residuos Permitidos (LMR), como Estados Unidos o Europa.
LAS PROPUESTAS DE TENSAC
En concreto, tras muchos años de esfuerzo en Investigación y Desarrollo, Tensac posee dos bioinsecticidas en su paleta –Esten 80 y Esten 80 H.Plus– y cuenta con presencia comercial en cinco países (Argentina, Uruguay, Perú, Colombia e Israel), a los que se suman otros que están en etapa temprana de desarrollo y posterior proceso de registro (Estados Unidos, Canadá, Noruega, Grecia, Turquía, España e Italia).
“Esten 80 ha demostrado conseguir aumentos promedio del 15-16% en productividad y una mejora del 10% promedio en calidad de alimento producido. Esto repercute en una mayor disponibilidad de alimentos y de mejor calidad”, subrayaron desde Tensac.
Asimismo, insistieron en que “al reducir la presencia de agroquímicos en los alimentos, Esten 80 también ayuda a garantizar la seguridad alimentaria y a prevenir problemas de salud asociados con la ingesta de residuos tóxicos”.
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“Además, estos bioinsecticidas contribuyen a mantener la productividad a largo plazo de los sistemas alimentarios, al promover prácticas agrícolas sostenibles y respetuosas con el medio ambiente”, completaron.
En este sentido, desde la empresa puntualizaron que llevan comercializados 750.000 litros de Esten 80, que suponen reemplazar un millón de litros de aceite mineral insecticida y miles de litros de insecticidas químicos convencionales, lo que ha permitido el ahorro una emisión de más de ocho millones de kilogramos de dióxido de carbono equivalente y más de 15 millones de litros de agua para pulverizar. Es decir, una reducción tanto de la huella de carbono como de la hídrica.