Son varios los factores que inciden en que el precio de la carne vacuna permanezca atrasado en relación a la inflación: no sólo es una demanda que no cede ante las subas en el marco de una pérdida constante de poder adquisitivo, sino que también influye una gigantesca oferta que se vuelca cada día al mercado.
La sequía aceleró la salida de animales de los campos y su encierre en feedlots, y eso se trasladó también a una “lluvia” de hacienda hacia los frigoríficos que derivó en una producción de carne que inundó carnicerías y supermercados.
LA FAENA BOVINA EN ARGENTINA
En su informe mensual de faena, el Consorcio de Exportadores de Carnes Argentinas ABC confirmó lo que había anticipado el mercado ganadero de Rosario (Rosgan), sobre un incremento del 13% de la faena bovina en el primer semestre del año.
De acuerdo con el Consorcio, en total entre enero y junio se sacrificaron 7,32 millones de ejemplares, un 12,7% u 800.000 más que los 6,5 millones de la primera mitad de 2022.
Así, la producción final de carne bovina se ubicó en 1,66 millones de toneladas equivalentes res con hueso en lo que va del año, un 10,6% por encima de los 1,5 millones del mismo lapso del año pasado.
La suba interanual es menor que la de la faena, porque el peso de la media res, como consecuencia de la sequía, se redujo de 230,6 kilos hace un año a 226,2 en la actualidad.
Con la mayor faena de novillitos y vaquillonas en 20 años, cae fuerte el peso de la media res
Con todo, son 158.400 toneladas más en seis meses; es decir, 158,4 millones de kilos más producidos por los frigoríficos argentinos.
Si se descuenta alrededor de un 30% que se destina a la exportación, significa unos 110 millones de kilos extra volcados al mercado interno, a razón de 2,4 kilos más por cada habitante del país.