Diego Irastorza es productor y hace varios años trabaja en producción agrícola junto a sus dos hermanos y su papá Javier, productor miembro de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid), en el campo familiar ubicado entre Bahía Blanca y Coronel Dorrego, en el sur de Buenos Aires.
Los cuatro llevan adelante la empresa familiar que inicialmente se dedicaba pura y exclusivamente a los cultivos anuales extensivos, como trigo, cebada y maíz; pero hace poco menos de una década comenzaron a innovar e incursionar en una actividad totalmente diferente: los almendros.
Cabe recordar que esta producción es típica de la zona cuyana -principalmente, de Mendoza- y no de las regiones agrícolas extensivas, por lo que los Irastorza fueron realmente pioneros al respecto.
Un dato no menor es que el mercado viene creciendo y Argentina solo abastece el 20% del consumo interno, mientras que el resto se importa.
UN NUEVO BROTE PRODUCTIVO
En un artículo difundido por Aapresid, Irastorza explicó que comenzaron despacio, guiándose de un productor vecino y amigo de la familia que se había iniciado años antes.
Luego de investigar bastante, lograron en 2015 implantar las primeras cinco hectáreas de su establecimiento con ejemplares de almendros adquiridos en Mendoza y hoy ya cuentan con 20 hectáreas destinadas a esta producción.
“Las producciones alternativas de este tipo hacen que aumente el valor agregado de las tierras. Nosotros estamos abriendo camino, somos pioneros en esta producción. Nuestra apuesta es seguir el modelo europeo, haciendo un poquito de cada producción justamente con la finalidad de diversificar”, subrayó el productor.
De todos modos, advirtió que hay muchos aspectos a tener en cuenta para incursionar en este tipo de producción; por ejemplo, las condiciones ambientales.
El almendro es muy susceptible al anegamiento, por lo que requiere suelos sueltos. En el establecimiento de la familia Irastorza, en el sur bonaerense, los suelos son franco arenosos por lo que fue un punto a favor.
Otro factor importante son las heladas tardías, ya que pueden perjudicar el cuajado de flores, afectando de manera negativa el posterior desarrollo y rendimiento de los frutos. “Para evitar esto, los almendros deben estar implantados cercanos a la costa. Cuanto más cercanos al mar se encuentran, menos probabilidad de sufrir daños por heladas”, añadió Irastorza.
La otra condición clave son las lluvias: como hay períodos del año que son críticos para el cultivo y no pueden prescindir de agua, es recomendable contar con un sistema de riego, por lo que la familia optó por instalar uno por goteo.
EL CAMINO A LA TONELADA
Según Irastorza, al tercer año de ser implantado, el almendro comienza a producir, pero es entre el cuarto y quinto año que se logra una producción comercial. Sobre este punto, precisó que el pico de producción debería darse al séptimo año.
Una vez cosechada, la almendra es enviada a Mendoza para ser pelada y posteriormente comercializada en el mercado interno. Los Irastorza recolectan entre 600 y 700 kilogramos de frutos por hectárea por cosecha, pero dicen entusiasmados que van por los 1000 kilos por hectárea.