Las consecuencias que el campo atraviesa luego de la extensa sequía que dejó el fenómeno de La Niña tienen también un espejo retrovisor en el cual mirarse: no es la primera vez que Argentina sufre por eventos así, y los coletazos, a lo largo de la historia, tuvieron ramificaciones en lo económico y lo político.
Entrevistado por radio La Red este último sábado, el historiador Roy Hora, especializado en asuntos agropecuarios, brindó un panorama de los diferentes períodos.
EL ASCENSO DE ROSAS AL PODER
Cuando se iniciaba la cuarta década del siglo XIX, el viaje de Charles Darwin por la región a bordo del buque Beagle sirvió también para que el científico inglés diera cuenta de la cruda sequía que observó en suelo criollo.
“La primera sequía que se recuerde en el país, una de las más grandes del siglo XIX que arrancó más o menos entre 1827 y 1828, y que se extendió al menos durante 3 o 4 años, coincidió incluso con los tiempos de la visita de Charles Darwin, que estaba dando vueltas por el mundo en su famoso viaje alrededor del mundo en el Beagle”, recordó Hora.
“Darwin llegó en el 33 y dijo que habían pasado ‘tres o cuatro años de mucha seca’, en los que había desaparecido la vegetación, dejaron de crecer los cardos”, comentó.
¿Tuvo alguna implicancia en lo económico y lo político? Efectivamente: fue el momento en el que Rosas llegó al Gobierno.
“Su arribo al poder estuvo muy vinculado con esa sequía feroz, la más importante de sus tiempos. Porque hubo mucho descontento en la campaña, que dio lugar al gran levantamiento campesino de 1929, que Rosas lo capitalizó, más allá de otros componentes de fondo”, indicó.
EL GRANERO DEL MUNDO, SECO
Ya con el siglo XX en marcha y con una producción agraria argentina que era observada desde distintos puntos del mundo, el país sufrió entre 1910 y 1911 una sequía que motorizó el salto a la política de algunos espacios de la dirigencia agropecuaria.
Producto de esos niveles de producción es que a la Argentina se la empezó a ver años después como “El Granero del mundo”. Sin embargo, una seca feroz desatada un tiempo antes había generado un fuerte impacto.
“La cosecha de trigo, el grano más importante en esos tiempos, un verdadero “producto estrella” para la época, se vio muy afectada entre 1910 y 1911. Las exportaciones agrícolas tenían un lugar cada vez más importante en relación a la importancia anterior en ganadería, pero 1910 fue un año muy malo”, expresó Hora.
Según comentó, la situación se combinó con un incremento impositivo que encendió la polémica y dio paso al salto a la política de algunos empresarios y dirigentes agropecuarios.
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“Los impuestos a la propiedad del suelo que se determinaron por ese entonces en la Provincia de Buenos Aires hicieron que el enojo de muchos empresarios agrarios, en particular entre los más grandes, diera lugar a la formación del primer partido ruralista que tuvo este país”, expresó. ¿Cómo se llamó? “Defensa Rural”.
“Lo armó el grupo dirigente de la Sociedad Rural Argentina, y de hecho su asamblea constitutiva tuvo lugar en la sede de esta entidad. En 1912 fueron a elecciones diciendo ‘sáquennos la pata de encima’, hay que bajar la carga impositiva, un argumento que se escucha mucho en el campo por estos días”, comparó.
EL GOLPE A LA ECONOMÍA PERONISTA
El último recuerdo que tiene el país antes de una sequía como la actual sucedió en un período comprendido entre el primer y segundo Gobierno de Juan Domingo Perón.
A la política de incentivo a la producción manufacturera y el desarrollo industrial llevada adelante desde el inicio de su presidencia en 1946, le siguió una merma en las exportaciones agropecuarias que comenzó en 1949.
“La fuerte caída de las exportaciones de la campaña 1949-50, que fue aún más severa en 1951/52, obligó a Perón a tratar mejor al campo, y entre otras cosas puso fin a las críticas a la gran propiedad, al latifundio, y archivó la idea de que el país necesitaba una reforma agraria. Necesitado de divisas, Perón se volvió más sensible a las demandas del sector agropecuario”, puntualizó.
“Sin embargo la sequía que se desató en 1952 generó que ese mismo Perón tomara un giro “pro campo”: mejoró la rentabilidad del sector, subió los precios de los cultivos exportables y puso fin a esa política de criticar la propiedad”, señaló Hora, que también sumó sus comentarios en Infocampo.
“También se dieron mayores garantías para la inversión e incluso fue celebrado por la Sociedad Rural, que dijo que “ahora Perón entendía cómo resolver los problemas del país””, sostuvo.
Para el historiador, el giro del General Perón demostró cómo esa complejización del tejido manufacturero dependió a su vez de las transferencias de recursos generadas desde el campo.
“Allí Perón entendió que su proyecto de expansión industrial no podía basarse en políticas muy agresivas hacia el campo, porque esas políticas, más tarde o más temprano, tienen impacto sobre el volumen de las exportaciones. Y sin exportaciones agropecuarias la industria volcada sobre el mercado interno no puede sostenerse”, redondeó.
Y agregó que “incluso este segundo Perón, que nació hacia 1950, fue un Perón menos amigo de distribuir y más convencido de la necesidad de favorecer la acumulación de capital y, por eso, más consciente de la necesidad de promover las exportaciones. Eso se refleja, por ejemplo, en que impuso una veda veda al consumo de carne: un día a la semana sin venta que, en una época en que casi no había heladeras, estaba destinada a aumentar el saldo exportable”.
Otro de los puntos que se dieron en ese entonces fue la aparición del “pan negro”.
Por último, Hora recordó que a consecuencia de la sequía el país no logró por ese entonces abastecer la demanda interna de trigo. “El ‘granero del mundo’ no tuvo trigo suficiente como para alimentar a su población, entonces se comió pan negro, en una época en la que el pan negro no estaba de moda, sino que era “clase B””, contó.
Y cerró: “La sequía de los años peronistas, de 1949-52, vino después de varios años de precios bajos, producto en gran medida de un mercado más regulado que el que hoy conocemos, que tenía el comercio exterior en manos del estado. Y la muy baja rentabilidad de la agricultura, del trigo y del maiz, había llevado a muchos productores a moverse hacia la ganadería. Eso dio por resultado una gran caída en el área sembrada y, sobre ese escenario de contracción, vino la gran sequía que provocó esa gran humillación que fue que, en el país del pan, los argentinos debieran comer un pan negruzco, hecho con centeno y mijo”.
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