Por Florencia Lucero Heguy
Las demandas de una producción más amigable con el ambiente crecen a nivel global, impulsadas fundamentalmente por las nuevas generaciones.
Por eso, es uno de los ejes que eligió este año el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA), para abordar durante sus Puntos de Encuentro de Jóvenes que ha ido organizando en diferentes momentos del año.
En el cuarto de 2022, realizado en Rauch, dos expertos dieron su visión sobre cómo la incorporación de tecnología puede aportar a incrementar la sustentabilidad de triple impacto: ambiental, económica y social.
NOVILLOS CON MENOS “HUELLA”
Según Paulo Recavarren (foto), extensionista de la Agencia de Extensión Rural (AER) Olavarría del INTA, la “pampa deprimida” es una zona histórica de cría vacuna basada en pastizales, en distinto grado de conservación y productividad.
“Con muy pocos insumos y mucho proceso podemos crecer un 40%”, opinó. Se refirió concretamente a la necesidad de aumentar las tasas de preñez y destete, y “planificar que todos los inviernos nos va a faltar pasto, por lo que hay que tener reservas y manejar el pastoreo”.
Las tecnologías son esenciales: “La actividad de cría fue un poco reacia a tomar tecnologías, y precisamente se puede perder una oportunidad, porque la demanda global es de carne pastoril, y estamos en condiciones espectaculares para empezar a mover la rueda”.
Pero justamente, el proceso para entrar al mercado de la carne a nivel mundial consta de varios ítems; por ejemplo, la generación de información de todo el sistema productivo, incluyendo la cantidad de vacas, peso, índices de destete, tipo de genética y cantidad de producción de pasto.
DATOS DE REFERENCIA
A modo de ejemplo, Recavarren, explicó que en la Cuenca del Salado, para un productor que trabaja de manera histórica, por cada kilo de ternero que produce, emite 22 kilos de dióxido de carbono, cuando haciendo algunos ajustes se puede pasar a 17 kilos. Es decir, una huella que se reduce un 15%.
“Queremos hacer hincapié en que somos capaces de mejorar nuestro sistema productivo tranqueras para adentro y eso va a tener un impacto en la huella de carbono, lo que terminará abriendo posibilidades comerciales tranqueras afuera”, adicionó.
En este marco, el IPCVA junto al INTA participan de un convenio en el cual a mediados del año que viene saldría carne argentina con huella de carbono. El proceso que se requiere para adquirir esta certificación es un registro. Desde que una vaca se preña hasta que el ternero va a engorde, poder medir el carbono que emite y el carbono que capturó el sistema.
La clave, de nuevo, son las tecnologías para relevar y analizar datos: “Poder decir que nuestros pastizales capturan carbono lleva 10 años de datos en un montón de lugares y eso hoy no lo tenemos”, ejemplificó.
MEDIR EL PASTO
Precisamente, sobre la importancia de medir el pasto habló Juan Ramón Insúa, profesor de Nutrición Animal de la Universidad Nacional de Mar del Plata e investigador del Conicet.
“Estamos convencidos de que saber cuánto pasto producimos en los sistemas ganaderos de base pastoril impacta directamente en la rentabilidad. Cuanta más información tenemos, mejor lo podemos gestionar, más lo podemos utilizar con el pastoreo de manera más eficiente”, añadió.
Insúa dijo ser consciente que medir pasto no es una tarea sencilla, pero mencionó precisamente a las nuevas tecnologías como un soporte que posibilita hacerlo de forma más eficiente en relación a los métodos convencionales.
“Recorriendo el campo, uno lo puede hacer con el drone, de manera más rápida, o con el satélite, desde la casa. La información que se obtiene a través de esta nueva tecnología es precisa y más rápida. Se facilita la medición a los que ya lo vienen haciendo y estimula a los que no miden”, explicó Insua. E insistió: “La mayoría de los productores no miden pasto porque es difícil”.
“Una ventaja muy importante que tiene este nuevo modo de monitoreo es la precisión ya que lo más difícil de medir pasto es la heterogeneidad de las pasturas. Lo que nos brinda el drone o satélite es la posibilidad de levantar toda esa heterogeneidad; permite construir mapas”, completó
Como paso final, recordó que no es solo medir, sino también interpretar. “Es importante transformar ese dato en información para tomar buenas decisiones. Si nosotros medimos, sabemos cuánto va a producir nuestro campo, entonces podemos ajustar la carga. Si medimos frecuentemente podemos estimar a qué tasa está creciendo, con esa información podemos saber cuándo suplementar cuando hace falta en invierno y cuándo reservar superficie de pastura cuando falte”, describió.