La Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid) emitió un alerta por la reaparición del “carbón de la panoja del maíz”, una enfermedad que parecía haber desaparecido del país, ya que hace 80 años no se detectaban casos, pero que “rebrotó” durante las últimas dos campañas.
En rigor, a fines de abril, durante una jornada organizada por la Regional Aapresid de Río Tercero, el fitopatólogo de la Universidad Católica de Córdoba (UCC), Roberto De Rossi, ya había advertido sobre el retorno de esta enfermedad causada por el hongo “Sporisorium reilianum f. sp. zeae”.
Por eso, la REM (Red de Manejo de Plagas de Aapresid) convocó a De Rossi para que analizara las condiciones en que se da este patógeno, que se ha detectado en lotes no solo de Córdoba sino también de Buenos Aires, San Luis y Santa Fe, y cómo se puede enfrentar.
INCIDENCIA Y EFECTOS
Según de Rossi, en la mayoría de los casos detectados, la incidencia de la enfermedad se situó entre un 0,5% al 7%.
Y alertó que “si bien este carbón parece no discriminar genotipos, antecesores o fechas de siembra , se registró un caso con el 60-70% de plantas afectadas en un lote periurbano con manejo de labranza convencional y con tres años de monocultivo de maíz“.
Como se mencionó, es un patógeno que se vio por primera vez entre 1935 y 1945, y desde entonces no se volvieron a registrar hallazgos a campo de esta enfermedad.
Por eso, “su reaparición pone en alerta al sector productivo, principalmente porque una planta de maíz afectada es una planta con pocas a nulas probabilidades de generar granos y, además, esta enfermedad puede, indirectamente, afectar el valor de los granos por estar sujeta a restricciones de importación por algunos países”, remarcó Aapresid.
CARACTERÍSTICAS
“Es una enfermedad muy agresiva, que entra por semilla en periodos de implantación, y recién se visualiza abruptamente durante la floración del cultivo, afectando directamente el rendimiento. Es por esto que resulta de vital importancia diferenciar este carbón de la panoja del carbón común”, enfatizó De Rossi.
Es considerado un hongo de suelo porque las teliosporas, principal fuente de inóculo, sobreviven hasta cinco años en él. El ciclo de la enfermedad inicia cuando las teliosporas presentes en espigas y panojas son diseminadas por el viento y la lluvia, para finalmente depositarse en el suelo. Luego, estas infectan al maíz durante la emergencia.
El micelio infectivo penetra las raíces y crece con el meristema, terminando por invadir los tejidos florales cuando todavía no se han diferenciado. Durante la floracion, las inflorescencias de la panoja y espiga del maiz son reemplazadas total o parcialmente por cuerpos negros llenos de esporas (soros), lo que da el nombre a la enfermedad. Las teliosporas pueden estar presentes en las semillas, diseminando e introduciendo la enfermedad en nuevas áreas.
Así, si bien la infección se da durante la germinación, los síntomas son visibles recién en la floración. Las plantas infectadas pueden presentar filodia (transformación de órganos florales a vegetativos), multifloración y disminución de tamaño.
Los factores ambientales que favorecen la infección incluyen suelo seco (humedad de 15 a 25 % peso/peso) con temperaturas de 23 a 30 °C.
DIFERENCIAS
En concreto, las diferencias con el “carbón común del maíz” son las siguientes:
MANEJO
Bajo este panorama, De Rossi expresó que la mejor forma de enfrentar esta enfermedad sería el uso de materiales resistentes, pero no es una posibilidad por el momento, ya que recién se están realizando ensayos para evaluar el comportamiento de diferentes híbridos, en diferentes fechas de siembra.
El problema es que inevitablemente hay que partir de la hipótesis de que todos los materiales son susceptibles, puesto que no han tenido procesos de selección específicos para este patógeno.
Así, debido a que el inóculo se encuentra en el suelo y se puede incrementar año a año, las estrategias de manejo son principalmente preventivas y se enfocan en evitar la dispersión de la enfermedad y la infección durante el desarrollo de la plántula.
- Monitoreo de los lotes, buscando síntomas característicos para diferenciar entre los dos carbones.
- Localizar plantas afectadas, extraerlas evitando dispersar teliosporas y quemarlas para eliminar el inóculo.
- En lotes con presencia de la enfermedad, limpiar y desinfectar la cosechadora, tanto al ingreso como a la salida.
- Realizar rotación de cultivos, no sembrar maíz en lotes afectados al menos por dos a cinco años, para evitar nuevas infecciones.
- Aplicación de fertilizantes nitrogenados.
- Tratamiento de semilla con fungicidas eficientes para el control de S. reilianum. Se están evaluando ingredientes activos para incorporar a esta enfermedad a los registros ya establecidos.
- En caso de dudas, solicitar asesoramiento con especialistas.