Los delitos rurales vienen en aumento y muchos han cobrado matices de crimen organizado en algunas zonas del país. Así sucede en el centro de la provincia de Chaco y lo están alertando desde la Sociedad Rural de Quitilipi.
En esa región, dice Juan Carlos Conci, presidente de la entidad en esa localidad, al programa AgroLink Radio (AM 550, Radio Colonia), “el robo de animales y faena ya se salió de los cursos normales y se convirtió en una asociación ilícita“, dice el ruralista y también médico veterinario, quien trabaja en esa región hace 40 años.
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De acuerdo a lo que sostiene Conci, hay varios eslabones que intervienen en este tipo de trabajo de robo de animales.
“Hay muchas personas que andan recorriendo a caballo, ingresan a los campos cortando alambrados, arrean los animales y los faenan. Luego trabajan los acarreadores que llevan lo carneado hacia los pueblos en los que se vende esa carne”, explica, aclarando también que esto es un riesgo sanitario ya que nadie controla la calidad de esa materia primera.
El abigeato se agravó tanto en la zona, indica el directivo de la rural, que en los últimos casos denunciados alcanzaron a faenar hasta seis animales que, en algunos casos, “no se pudieron aprovechar ya que los productores ya acostumbran a salir de recorridas nocturnas, en complemento con el trabajo de la Policía rura, desalientando el robo. Por eso, la carne queda tirada en el campo”.
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Para los pequeños productores lo que está sucediendo es alarmante. En Quitilipi, las unidades productivas son de 100 hectáreas y que cuentan con 50/60 vacas de cría en stock, con lo cual la faena de 5-6 terneros en un mismo campo es dramático, económicamente hablando, ya que son pequeños campo en los que subsiste una familia.
Según lo explica Conci, el delito recrudeció en el último par de años y lo que están solicitando a las autoridades es un mayor control preventivo en rutas, para evitar el acarreo, y también elevar los controles bromatológicos municipales para desalentar la venta de la carne faena en carnicerías.
Asimismo, bajo esta organización delictiva, se detectó que muchos de los que roban de a caballo, alcanzan a llevar hacieda a un campo de tránsito, donde juntan una cierta cantidad de cabezas, que luego terminan en un feedlot más alejado para ser engordados.
“Aquí la justicia tiene una asignatura pendiente con los productores porque ya no se trata del robo de un animal para comer, la gravedad es mucho mayor y las carátulas de las causas son otras”, advierte el médico veterinario.
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