Los desafíos productivos más urgentes de la citricultura radican en alcanzar una mayor calidad del fruto y elevar los niveles de rendimiento.
Un ensayo realizado por el productor José Luis Cornalo, sobre un lote de más de tres hectáreas de mandarinas Murcott, en el departamento de Federación, Entre Ríos, demostró que aplicando fertilizantes foliares aumentó, no solo logró mayor calibre de sus frutos sino que obtuvo un 16,6% más de rendimiento, respecto el lote testigo.
Se trata del segundo año consecutivo de un trabajo que, en principio, se planteó para evaluar y cuantificar los efectos positivos de los aplicaciones foliares por medio de la acción bioestimulante aplicados en diferentes etapas del cultivo.
Así combinando macro y micronutrientes se consiguió mejorar el desarrollo de los cultivos y aumentar la calidad y la cantidad de producción.
EL MANEJO
Cornalo aplicó una combinación de Biozyme TF, Biotron Plus y K-Fol, un trío de productos desarrollados por UPL.
Con Biozyme TF, que es un fertilizante con actividad bioestimulante a base de extractos vegetales y micronutrientes (manganeso, zinc, magnesio, hierro, boro y azufre), el productor estimuló la producción de hormonas vegetales que participan de la floración y fecundación de la planta. Fue la primera clave fundamental para posterior progreso de los rendimientos.
Por otro lado, con Biotron Plus, un fertilizante foliar en base a macro y micronutrientes, atenuó el impacto de plagas, enfermedades y el estrés sanitario.
Y, finalmente con K-Fol -fertilizante rico en potasio, pero enriquecido también fósforo, magnesio, azufre y boro– que se aplicó sobre la fase final o en la fructificación de la planta, se favoreció la translocación de todas las sustancias de reserva de las hojas hacia el fruto.
En materia de dosis, el manejo implicó, detalló el citricultor, una primera etapa en prefloración con 2 litros de Biozyme TF y 3,5 litros de Biotron Plus. Dos semanas después, durante la caída de pétalos de la flor del mandarino, se repitió la dosis de ambos productos.
Ya en la etapa final, en el comienzo de poda de las plantas, entró en juego el K-Fol con una dosis de 5 kilogramos, que se repitió nuevamente tres meses después.
Los resultados fueron más que satisfactorios para Cornalo, que destina su producción de mandarinas al mercado de exportación.
El lote obtuvo un rendimiento de 30,5 toneladas por hectárea, mientras que la parcela que no tuvo tratamientos con fertilizantes foliares con acción bioestimulante alcanzó las 25,4 toneladas por hectárea. Se trata de un diferencial de 5,1 toneladas, que se traduce en términos porcentuales en un rinde superior al 16,6%.
Pero la ventaja del paquete tecnológico se trasladó también a otros aspectos de la producción, también muy valiosos. En ese sentido, el calibre promedio de la mandarina tratada con biosoluciones fue notablemente superior al caso testigo, aportando un diferencial de kilos por planta.
Esta mayor calidad de la fruta, que viene acompañada también de más firmeza y color, se traduce en mayores ganancias para los productores, que se encuentran mejor posicionados para la venta de su cosecha.